Las colinas tienen ojos (2006)

“Las colinas tienen ojos” es una película que se instala en la mente con una atmósfera inquietante y perturbadora, convirtiéndose en una experiencia cinematográfica que, a pesar de su relativa modestia técnica, logra generar un impacto duradero. Dirigida por Ari Marcus, la película se centra en la familia Carter, atrapada en una situación de aislamiento aterrador tras un accidente en el árido desierto de Nuevo México, y la creciente sensación de que no están solas. El film, lejos de buscar la espectacularidad visual, se construye sobre la tensión psicológica, utilizando la naturaleza salvaje y el entorno desolado como poderosos elementos de la narrativa.

La dirección de Marcus es magistral en su uso del espacio y la iluminación. La cámara se enfoca en los rostros de los personajes, capturando sus reacciones y el terror que los carcome. La paleta de colores, predominantemente ocres y marrones, refleja el desierto implacable y la desesperación de la situación. Sin embargo, la película no recae en clichés del terror barato. La amenaza no se manifiesta a través de efectos especiales grandilocuentes, sino mediante una sugerencia constante, un "algo" que se percibe en la periferia, en los reflejos y en las miradas de los habitantes del pueblo cercano, lo que produce una sensación de incomodidad que crece paulatinamente hasta alcanzar un punto de no retorno. El ritmo es deliberadamente pausado, otorgando importancia a la acumulación de la tensión, y permitiendo que la incertidumbre se convierta en la principal fuente de miedo.

El reparto ofrece interpretaciones sólidas y convincentes. Preston Sanders, como el padre de la familia, captura la evolución de su personaje, de hombre normal a padre desesperado luchando por proteger a su familia. La actuación de Elizabeth O’Donnell como la madre transmite una vulnerabilidad conmovedora, y los niños, Finn Edwards y Lily Pinnick, aportan una dosis de inocencia y horror a la vez. El personaje del sheriff, interpretado por Stephen Root, es particularmente interesante, revelando una profunda tristeza y un cinismo que complican la dinámica familiar. Las interacciones entre los personajes son honestas y creíbles, lo que añade profundidad emocional a la trama.

El guion, aunque no es una obra maestra de la narrativa, presenta una premisa interesante y explora temas como la soledad, el aislamiento y las consecuencias de la experimentación científica. Aunque algunos diálogos podrían ser más contundentes, la trama se desarrolla de forma lógica y mantiene al espectador en vilo hasta el final. El film plantea preguntas inquietantes sobre la moralidad de la ciencia y los límites de la intervención humana en la naturaleza, sin ofrecer respuestas fáciles. La historia, en esencia, es una alegoría sobre el impacto de la tecnología en la sociedad y la persistente amenaza que conlleva la ambición desmedida. La película evita los clichés del género y se centra en el desarrollo de los personajes y la construcción de una atmósfera de suspense sostenida.

Nota: 7/10