Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo (2016)

“Las Crónicas de Blancanieves: El Cazador y la Reina del Hielo” es una película que, en lugar de reinventar el cuento de Blancanieves, lo utiliza como punto de partida para una saga de fantasía oscura y visceral que, paradójicamente, se siente a la vez familiar y sorprendentemente nueva. La historia, que se aleja significativamente de la versión original, se centra menos en la búsqueda de un príncipe y más en la lucha por el poder entre dos hermanas, Ravenna (Theron) y Freya (Blunt), quienes a su vez se ven envueltas en una trama de magia, venganza y la búsqueda del espejo que determinará su destino. La película se beneficia enormemente del desarrollo de personajes complejos y motivaciones palpables para cada una de las protagonistas. Theron, en particular, ofrece una interpretación magistral de Ravenna, mostrando una mezcla inquietante de crueldad, dolor y, hasta cierto punto, justificación para sus actos. Su Ravenna no es simplemente una villana malvada; es un personaje devastado por la pérdida y la traición, impulsada por la necesidad de recuperar su poder y su lugar en el mundo. Blunt, por su parte, lleva el peso de Freya con una intensidad impresionante. Su personaje es atormentado por su pasado y lucha contra una suerte de locura que amenaza con consumirla, creando un conflicto interno que es tanto emotivo como visualmente impactante.

La dirección de Chris Buck y Jennifer Lee, lejos de caer en la repetico-liturgia del género de fantasía, se basa en un estilo visualmente rico y lleno de detalles. El diseño de producción es espectacular, con un palacio invernal que es tanto hermoso como amenazante, y paisajes que parecen sacados de un sueño helado. La banda sonora de Alan Silvestri, como en otras películas de Disney, es un componente esencial para la atmósfera, intensificando las emociones y los momentos de acción. Sin embargo, el punto fuerte reside en la utilización del color, creando una paleta visualmente impactante que refuerza la sensación de oscuridad y peligro que impregna la película. La coreografía de las secuencias de lucha es particularmente dinámica y creativa, aprovechando al máximo la capacidad de los personajes y el entorno para crear momentos de acción memorable. No se trata simplemente de peleas convenidas, sino de duelos estratégicos y a veces incluso poéticos.

El guion, aunque se aleja considerablemente del original, mantiene una buena estructura narrativa y se beneficia de una historia más ambiciosa y con mayor profundidad. La dinámica entre Eric (Hemsworth) y Sara (Chastain) como aliados es interesante, aunque a veces un poco simplificada. Su relación se construye a lo largo de la película, y aunque Hemsworth aporta su atractivo habitual, Chastain se destaca como una guerrera fuerte e independiente que se enfrenta a sus propios demonios. Lo que funciona especialmente bien es la exploración de la complejidad de la magia y sus consecuencias, y la manera en que afecta a los personajes. Se evita la caída en clichés y se presenta la magia como una fuerza poderosa y peligrosa que debe ser tratada con respeto. El final, aunque podría haber sido más elaborado, está bien planteado y prepara el terreno para futuras entregas de la saga.

En definitiva, “Las Crónicas de Blancanieves: El Cazador y la Reina del Hielo” es una película ambiciosa, visualmente impresionante y con personajes complejos. Es una desviación inteligente del cuento de Blancanieves, que ofrece una experiencia cinematográfica más oscura y sorprendentemente entretenida que las películas de Disney más recientes. No es una película perfecta, pero su valentía al romper las reglas y su apuesta por una historia más adulta la convierten en una entrega memorable de la saga.

Nota: 8/10