Las cuatro estaciones (1981)

“Las cuatro estaciones” no es una película que te deja indiferente. Es, en esencia, una lente a través de la cual observamos el erosión lenta y dolorosa de la amistad, el resentimiento latente y las consecuencias devastadoras de una traición. Dirigida con una sensibilidad notable por Daniel Kovich, la película se centra en tres matrimonios que, durante años, han construido una confortable rutina de escapadas conjuntas. Esta dinámica aparentemente idílica se fractura cuando uno de los hombres, Juan, abandona a su esposa, Elena, por una joven, Sofía, que se une a su círculo. Lo que comienza como un evento aislado y, en cierta medida, excéntrico, rápidamente se convierte en el detonante de una cascada de emociones y desconfianzas que revelan las profundidades de sus relaciones.

Kovich consigue plasmar la atmósfera de incomodidad y tensión de manera impecable. Las escenas en la casa rural donde se llevan a cabo los fines de semana no son meros espacios decorados; son microcosmos que reflejan la disonancia interna de cada personaje. El director utiliza la luz, el color y el encuadre para intensificar la sensación de claustrofobia y la creciente incomodidad. La fotografía de Christian Müller es particularmente destacable, con una paleta de colores cálidos y saturados que contrasta con la frialdad y la desilusión que se ciernen sobre los personajes. Hay una notable maestría en la forma en que se utilizan los planos secuencia para transmitir la inmediatez y la intensidad de los momentos clave.

Las actuaciones son, en su gran mayoría, excepcionales. Carlos Serrano, como Juan, transmite de manera convincente la arrogancia inicial y, gradualmente, el remordimiento y la desorientación del personaje. Cristina Donato, en el papel de Elena, ofrece una interpretación sutil y cargada de matices, mostrando la complejidad de su dolor y su búsqueda de respuestas. El resto del reparto – Paz Vega, Miguel Ángel Silvestre, y los otros miembros del grupo – contribuyen con desempeños sólidos, aunque algunos personajes quedan, en cierta medida, menos desarrollados. El conflicto principal reside en la dinámica entre Juan y Elena, y la película se centra casi exclusivamente en sus interacciones. Aunque la película no profundiza en el pasado de los personajes, sí que explora las dinámicas del presente con gran precisión y sensibilidad.

El guion, escrito por Kovich y Sebastián Haro, es lo que a veces resulta algo desigual. Si bien la trama principal es efectiva y genera interés, el desarrollo de algunos personajes secundarios, y la resolución de ciertas situaciones, podría haber sido más elaborada. A pesar de ello, la película logra mantener al espectador enganchado hasta el final, planteando preguntas sobre la naturaleza de la amistad, la infidelidad y el precio de la felicidad. El tono melancólico y reflexivo, combinado con la tensión palpable, hacen de "Las cuatro estaciones" una experiencia cinematográfica compleja y, en última instancia, satisfactoria. Es una película que invita a la reflexión sobre las complejidades de las relaciones humanas, más allá de lo superficial.

Nota: 7/10