Las dos tormentas (1920)

“Las dos tormentas” (1956), dirigida por Robert Wise, es una película que, a pesar de su ambientación en los años 50, sigue resonando con una crudeza y una crítica social sorprendentemente actuales. Más que un melodrama romántico, se trata de una radiografía implacable de la desigualdad, la hipocresía y la manipulación, envuelta en una trama que, aunque predecible en su estructura básica, se sostiene gracias a una dirección habilidosa y a actuaciones memorables.

Robert Wise logra crear una atmósfera de tensión constante, utilizando la metereología como una metáfora perfecta para la situación de Anna. Las “dos tormentas” del título, tanto literales como metafóricas, representan las dos vidas que se cruzan – la de la riqueza y la de la pobreza – y la devastación que esta última puede causar. La cinematografía, con sus colores apagados y sus tomas que enfatizan la soledad de Anna en la ciudad de Boston, contribuye a que el espectador se sienta profundamente identificado con su aislamiento y su desamparo. La película no se apoya en los clichés del género, evitando la sentimentalidad fácil y centrándose en las consecuencias de las acciones de los personajes.

El guion, adaptado de una novela de Anne Rice, es donde la película realmente brilla. No se queda en la simple narración de un engaño, sino que explora las motivaciones de los personajes. El personaje de Richard Mallory, interpretado con frialdad por Montgomery Clift, no es un villano caricaturesco, sino un hombre atrapado en una sociedad que lo obliga a la avaricia. Su matrimonio con Anna no es un acto de amor, sino una forma de obtener riqueza y estatus social. Por otro lado, la actuación de Marilyn Monroe, en un papel que, aunque limitado en comparación con su habitual glamour, muestra una vulnerabilidad sorprendente, es fundamental para la emotividad del drama. Monroe aporta una humanidad a Anna que la hace una víctima comprensible, un ser humano atrapado en circunstancias que no eligió.

La película, sin embargo, no está exenta de algunas fallas. El ritmo a veces es lento, especialmente en la primera mitad, y algunas de las escenas podrían haberse desarrollado con mayor profundidad. A pesar de ello, “Las dos tormentas” logra transmitir un mensaje poderoso sobre las consecuencias del privilegio y la importancia de la honestidad. Es una película que invita a la reflexión sobre la responsabilidad social y el impacto que las decisiones individuales pueden tener en la vida de los demás. La escena final, con Anna solo y enfrentando la realidad, es particularmente impactante y deja una huella duradera en el espectador. Es una película que, más allá de su atractivo visual y sus estrellas, ofrece una mirada crítica y conmovedora sobre las dinámicas de poder en la sociedad de la época.

Nota: 7.5/10