Las habitaciones rojas (2023)

“Las habitaciones rojas” es, en su esencia, un thriller psicológico que, a pesar de su premisa inquietante y atmósfera densa, no alcanza el impacto que su potencial sugiere. La película, dirigida por Thomas Pesquet, se apoya en un caso real, el de Ludovic Chevalier, un asesino en serie que causó conmoción en Francia, y la idea de un vídeo desaparecido que vincula a las víctimas. Esto, en sí mismo, plantea preguntas intrigantes sobre la memoria, la percepción y la naturaleza de la verdad, elementos que el director explora con ambición pero sin siempre alcanzar la profundidad deseada.

La trama se centra en Kelly-Anne, interpretada con una intensidad cautivadora por Diane Kruger. Kruger, como siempre, ofrece una actuación magistral, transmitiendo un aura de vulnerabilidad y obsesión que es el núcleo del personaje. Su interpretación es la salvación de la película, ya que su interpretación llena las lagunas emocionales de un guion que, en algunos momentos, se siente demasiado lento y confuso. Sin embargo, Kruger lucha por sostener la película cuando el guion no le proporciona el material necesario para que su interpretación florezca plenamente. El resto del reparto, en su mayoría desconocidos, cumplen su función pero no dejan una impresión duradera.

Pesquet construye una atmósfera opresiva y claustrofóbica con maestría. La fotografía, con tonalidades grises y apagadas, y el uso de planos cerrados contribuyen a generar una sensación de incomodidad y desasosiego. La banda sonora, minimalista pero efectiva, refuerza esta sensación, creando un paisaje sonoro que se adhiere a la piel del espectador. El director demuestra una habilidad notable para manipular el ritmo de la película, alternando momentos de tensión palpable con escenas de diálogo que, a menudo, se sienten redundantes e innecesarias. El manejo del suspense es constante, pero a veces el film se aferra demasiado a la incertidumbre, ralentizando la acción y perdiendo, sin querer, el pulso.

El guion, escrito por Pesquet y Luc Besson, es el punto más débil de la película. Si bien la idea central es interesante, la ejecución es desigual. Las motivaciones de los personajes, en ocasiones, parecen poco desarrolladas y las explicaciones sobre los asesinatos son escasas. La película se adentra en un laberinto de sospechas y alianzas, pero a menudo sin ofrecer respuestas claras, lo que puede frustrar al espectador. Se intenta sugerir una complejidad moral que, aunque prometedora, no se materializa plenamente, dejando algunos elementos cruciales en la oscuridad. La película parece más interesada en el misterio que en la exploración de las profundidades de la psicología humana, un error que perjudica considerablemente su valor narrativo.

En definitiva, “Las habitaciones rojas” es una película visualmente atractiva y con una gran interpretación de Diane Kruger, pero que se ve lastrada por un guion confuso y un ritmo irregular. Su promesa se desvanece al final, dejando tras de sí una sensación de insatisfacción. Es un thriller que invita a la reflexión, pero que termina siendo más un ejercicio de suspense superficial que una profunda incursión en el lado oscuro de la mente humana.

Nota: 6/10