Las últimas supervivientes (2015)

“Las últimas supervivientes” se presenta como una curiosidad, una apuesta arriesgada por parte de su director, Julius Avery, para fusionar la nostalgia de los slashers ochenteros con el atractivo del cine dentro del cine. Y, en gran medida, lo logra con éxito, aunque con algunas irregularidades que impiden que la experiencia sea totalmente inmersiva. La película, en esencia, nos presenta a un grupo de amigos reunidos para una noche de cine privado, solo para descubrir que la proyección que están disfrutando se ha convertido en una realidad brutal y aterradora.

Avery maneja la dirección con una energía frenética y un pulso que recuerda a los clásicos del género. La película está visualmente impactante, especialmente en las escenas de muerte. La dirección de acción es dinámica y utiliza la violencia de forma efectiva, sin caer en la glorificación gratuita. Se entiende que la película pretende jugar con la idea de que la pantalla se vuelve tangible, y Avery logra crear una atmósfera de suspense y peligro constante. El uso de la luz y la oscuridad es especialmente notable, y se aprovecha al máximo el ambiente claustrofóbico de la casa en la que transcurre la historia. Aunque la película se basa en elementos visuales, Avery se esfuerza por mantener un cierto nivel de realismo, evitando efectos especiales excesivamente llamativos que restaran credibilidad a la situación.

El elenco, liderado por Barbara Hershey, ofrece actuaciones sólidas. Hershey, en particular, entrega una interpretación memorable como la matriarca del grupo, una mujer con un pasado oscuro y una determinación implacable. El resto del reparto – particularmente Samara Fern – ofrece interpretaciones convincentes, aportando profundidad emocional a los personajes y estableciendo una dinámica de amistad genuina que se ve destrozada por el horror que les acecha. La tensión se siente palpable en cada interacción, y la química entre los actores es fundamental para que el espectador se involucre en la historia. Sin embargo, algunos personajes secundarios son un poco planos y carecen de desarrollo suficiente para generar una mayor empatía.

En cuanto al guion, “Las últimas supervivientes” presenta una premisa original y un buen ritmo. La evolución de la amenaza y la lucha por la supervivencia son bien planteadas, y la película no rehuge conceptos ya explorados en el género. No obstante, el guion, a veces, incurre en la previsibilidad, revelando algunos elementos clave con antelación. Además, el final, aunque satisfactorio, podría haber sido más ambicioso y dejar un mensaje más profundo sobre la naturaleza del cine y la realidad. El diálogo, en general, es funcional, pero carece de momentos particularmente memorables o brillantes. El uso de la metáfora del cine como una puerta a otra realidad es interesante, pero no se explora en profundidad, lo que resulta en una experiencia un poco superficial.

En definitiva, "Las últimas supervivientes" es una película recomendable para los amantes del terror slasher, especialmente aquellos que disfrutan de las homenajes a los clásicos. Si bien no es una obra maestra, ofrece un entretenimiento valioso y visualmente estimulante, con un ritmo trepidante y un despliegue de violencia eficiente. Es una experiencia cinematográfica que te hace reflexionar sobre la conexión entre la pantalla y la realidad, aunque sin llegar a ofrecer un análisis particularmente profundo de este tema.

Nota: 7/10