Las vacaciones de Mr. Bean (2007)

“Las Vacaciones de Mr. Bean” no es una película que busca desafiar a la audiencia ni reinventar la fórmula que consagró al personaje. Es, simplemente, una reafirmación de lo que funciona: un humor torpe, blanco y negro, centrado en la incomprensión absoluta del protagonista y en las consecuencias hilarantes de sus acciones. La película se aleja ligeramente del Londres claustrofóbico de las entregas anteriores y nos lleva a las playas soleadas y las ciudades costeras de la Costa Azul, escenario que se convierte en un lienzo perfecto para la desarmada ineptitud de Rowan Atkinson.

La dirección de Chris Miller y Ollie Spencer es segura y pragmática. Evitan cualquier intento de grandilocuencia y se concentran en establecer la dinámica de personajes y en amplificar las situaciones cómicas. No hay grandes giros argumentales ni momentos dramáticos que busquen elevar el nivel emocional de la historia. La comedia se construye por la observación de la interacción de Mr. Bean con el entorno, con los personajes que se cruzan en su camino y, sobre todo, con su propio torpe ser. La filmación es impecable, capturando la luz del sol, la belleza del paisaje francés y, crucialmente, la expresión facial de Atkinson, que es la verdadera clave del éxito de la película.

Rowan Atkinson, por supuesto, es el centro de la atracción y, como siempre, cumple con creces. Su Mr. Bean es un ser humano completamente ajeno a las convenciones sociales, un individuo que actúa por puro instinto y que genera un caos generalizado dondequiera que va. La actuación de Atkinson es magistral en su sutil mezcla de torpeza física, expresiones faciales exageradas y una sorprendente dosis de vulnerabilidad. Las escenas de comedia física son abundantes y cuidadosamente coreografiadas, logrando un equilibrio entre lo absurdo y lo divertido. Sin embargo, es notable cómo la película permite que Atkinson brinde espacio a la expresión de sentimientos y, aunque sutilmente, sugiere la soledad y la inseguridad subyacentes del personaje.

El guion, escrito por Dean Brand y David Silverman, es conciso y efectivo. No se complica con subtramas innecesarias ni personajes secundarios que no aportan nada a la historia principal. Las situaciones son creíbles, aunque absurdas, y la comedia se basa en la anticipación y la sorpresa. La película se regodea en los pequeños detalles, en los momentos de gracia incidental y en la capacidad de Atkinson para transformar cualquier situación ordinaria en una fuente de hilaridad. La película no intenta ofrecer una reflexión profunda sobre la condición humana, sino que se contenta con entretener con una comedia ligera y refrescante. A pesar de su aparente simplicidad, “Las Vacaciones de Mr. Bean” demuestra que la comedia más efectiva suele ser la que se basa en la observación aguda y en la habilidad de un actor para transmitir una amplia gama de emociones a través de la expresión corporal.

Nota: 7/10