“Las vacaciones de una chiflada familia americana” (Vacation) es, en su esencia, una carta de amor al cine clásico de comedia familiar, un homenaje a obras como “Un Pueblo Fantástico” o “La familia Addams” pero con un toque de modernidad y un ritmo vertiginoso que lo hace tremendamente disfrutable. Chris Columbus, director de “Solo en casa”, nos entrega una película que sabe cómo equilibrar el caos absoluto con momentos genuinamente divertidos, y, sorprendentemente, con un núcleo emocional que va más allá de la simple comedia slapstick.
La película se centra en la familia Reynolds: Rusty, el padre con un pasado turbulento, Kelly, la madre intentando desesperadamente mantener la armonía, y sus dos hijos, el adolescente Brad y la pequeña Angie. La premisa es simple: Rusty, buscando redención y un escape de su vida de fracasos, planea una visita a Wally World, el parque temático más grande de California, para reconectar con su hijo Brad, quien no ha visto a su padre desde hace años. La meticulosidad con la que Rusty planifica cada detalle, desde la elección del coche hasta la compra de un robot, es el detonante de la hilarante desintegración de sus vacaciones. Y es ahí donde la película realmente brilla. La comicidad no se basa en golpes ni gags fáciles; surge del contraste entre la planificación obsesiva de Rusty y la absoluta imprevisibilidad de los acontecimientos. Cada escena es un mini-espectáculo, un nuevo desastre que complica aún más la situación.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Leslie Nielsen, en un papel inesperado y arriesgado, ofrece una interpretación brillante como Rusty, combinando la seriedad y el humor de una forma magistral. Adam Sandler, como Brad, aporta un toque de cinismo adolescente que contrasta bien con el optimismo desbordante de Rusty. Dana Hill, como Kelly, logra transmitir la frustración y el cariño de una madre que intenta mantener la calma en medio del caos. Pero es la química entre Nielsen y Sandler lo que realmente eleva la película, creando momentos genuinamente memorables y reírse a carcajadas.
El guion, adaptado del guion original de Harold Ramis, se mantiene fiel a la esencia de la comedia de enredo. Sin embargo, Columbus aporta un pulido visual y un ritmo frenético que actualizan la historia. La dirección de arte y los efectos especiales, aunque modestos para los estándares actuales, contribuyen a la inmersión en el mundo de Wally World, creando un parque temático exagerado y entrañable. La película no intenta ser innovadora ni disruptiva; se alimenta de la tradición de la comedia familiar, pero lo hace con un cariño y una autenticidad que la convierten en una experiencia gratificante. Aunque hay algunos momentos de exageración, la película logra mantener el equilibrio entre lo absurdo y lo humano, permitiendo al espectador conectar con los personajes y disfrutar de una divertida y refrescante escapada al cine.
Nota: 7/10