Las vírgenes de Wimpole Street (1934)

“Las vírgenes de Wimpole Street” (1937) de Alexander Root es una joya cinematográfica olvidada, un drama psicológico sutil y profundamente conmovedor que explora la represión, la pasión y la lucha por la individualidad dentro de un contexto social conservador. Más allá de un simple romance, la película es una radiografía de las relaciones familiares, el peso de las expectativas sociales y la imposibilidad de escapar de las limitaciones impuestas por la autoridad paternal.

La dirección de Root es notable por su delicadeza y su capacidad para crear una atmósfera de encierro y tensión. La cámara no se apresura a mostrar, sino que observa con paciencia, permitiendo que la incomodidad y la frustración se acumulen lentamente. La película transcurre en la opulenta mansión de Wimpole Street, que se convierte en un verdadero personaje, un espacio claustrofóbico que refleja la rigidez del universo de Edward Moulton-Barrett. El uso de la luz y la sombra acentúa la dualidad del protagonista: su fervor religioso contrasta con la creciente desesperación de sus hijas.

El elenco ofrece interpretaciones impecables. Laurence Olivier, en el papel de Edward Moulton-Barrett, personifica la figura del padre autoritario con una intensidad magnética. Su actuación es más que una simple exhibición de poder; Olivier logra transmitir la angustia y la profunda, aunque mal entendida, preocupación por el bienestar de sus hijas. Sin embargo, es la interpretación de Merle Oberon como Elizabeth Moulton-Barrett la que realmente cautiva. Ella logra capturar la vulnerabilidad y la determinación de una mujer atrapada en una jaula dorada, quien anhela la libertad y el amor. La química entre Oberon y Olivier es palpable, contribuyendo a que el drama emocional sea aún más convincente.

El guion, adaptado de la novela de Compton Mackenzie, no se centra en melodramas fáciles. La trama se desarrolla a través de las cartas y las conversaciones, revelando gradualmente la complejidad de los personajes y sus motivaciones. Se trata de un guion que invita a la reflexión, cuestionando los límites de la moralidad y la necesidad de ceder ante las propias convicciones. La película no ofrece soluciones simplistas; la libertad de Elizabeth no se gana con una revuelta abierta, sino a través de una lenta y dolorosa conciencia de sí misma y la comprensión de la verdadera naturaleza del padre. La correspondencia epistolar, a menudo llena de sutileza y ambigüedad, es el corazón de la película, permitiendo una exploración profunda de las emociones en juego.

En definitiva, “Las vírgenes de Wimpole Street” es un clásico atemporal que merece ser redescubierto. Su enfoque en la psicología humana, su atmósfera opresiva y sus interpretaciones magistrales la convierten en una experiencia cinematográfica memorable, un testimonio de la importancia de la libertad individual y la rebelión contra la tiranía, incluso cuando se manifiesta en forma de benevolencia paternal.

Nota: 8.5/10