Lassiter (1984)

“Lassiter” (1939) no es una película que deslumbre con efectos especiales o una trama intrincada en el sentido moderno del término. Es, en cambio, un estudio frío y elegante de la moralidad y el pragmatismo en tiempos de guerra. Esta película, a menudo relegada a la sombra de otras producciones de Hollywood de la época, merece un redescubrimiento por su atmósfera tensa, sus excelentes actuaciones y su guion sobrio pero efectivo. La película se erige como un ejemplo perfecto del cine de espías de la época, pero con una peculiaridad: el protagonista no es un héroe, sino un criminal profesional, y su misión es inyectar algo de ilegalidad en el corazón de la inteligencia americana.

La dirección de William Clemens es precisa y controlada. Evita cualquier recurso llamativo, concentrándose en la creación de una sensación constante de paranoia y peligro. El uso del blanco y negro es magistral, acentuando las sombras y los espacios cerrados, reflejando la atmósfera opresiva de la operación. Cada escena, incluso las más aparentemente anodinas, está cuidadosamente construida para generar suspenso. La película se beneficia de un ritmo pausado, permitiendo que el espectador absorba la tensión sin necesidad de apresuramientos. Clemens no se contenta con mostrar el robo en sí mismo; se interesa por el proceso mental de Lassiter, por la complejidad de la planificación y la preparación para la intrusión. Es una dirección que prioriza la atmósfera y el personaje por encima de la espectacularidad.

La actuación de James Cagney como Nick Lassiter es, sencillamente, brillante. Cagney, en un papel que le permite mostrar una faceta más sofisticada y calculadora que sus papeles más cínicos, ofrece una interpretación sutil pero poderosa. No se limita a ser un ladrón astuto; explora las razones que le impulsan, su sentido de la independencia y su desconfianza en las instituciones. Su mirada, sus gestos, incluso su forma de hablar transmiten una complejidad y una ambigüedad moral que son muy atractivas. La química con la también sólida actuación de George Raft, quien interpreta al detective estadounidense Pete Callahan, es notable. Se trata de dos hombres, cada uno con sus propios prejuicios y motivaciones, que se ven obligados a colaborar bajo circunstancias extraordinarias, lo que da lugar a un diálogo mordaz y a una dinámica de poder interesante. El contraste entre la frialdad de Lassiter y la mayor sensibilidad de Callahan es fundamental para el desarrollo del conflicto interno del protagonista.

Si bien el guion, basado en el libro de Harry Brown, no ofrece giros argumentales espectaculares, se centra en construir una narrativa sólida y realista, manteniendo al espectador alerta y con la intriga. El tema central de la película – la justificación moral de la colaboración con las fuerzas del mal en tiempos de guerra – está tratado con una delicadeza que invita a la reflexión. La película no ofrece respuestas fáciles y no pretende glorificar la criminalidad. Más bien, plantea una pregunta incómoda: ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para proteger lo que consideras importante? La película se basa en una lógica interna coherente, evitando la sobreexplicación y permitiendo que la audiencia saque sus propias conclusiones. La tensión se mantiene constante hasta el final, y la resolución es satisfactoria sin ser necesariamente convencional.

Nota: 7/10