Latido (Pulse) (1988)

“Latido (Pulse)” es una película que, en su esencia, se propone como un estudio de miedo psicológico, y en ese sentido, logra un impacto considerable. Más allá de la mera explotación de la imagen del “electrochoque”, la película se aferra a una atmósfera tensa y claustrofóbica que, aunque a veces se siente un poco forzada, posee una fuerza inquietante. El director, Adam Berg, construye deliberadamente una sensación de incomodidad desde las primeras escenas, empleando una paleta de colores apagados y una banda sonora minimalista pero perturbadora para establecer un tono ominoso que se intensifica progresivamente. Esta elección estética es, a mi parecer, una de las fortalezas más notables de la película, y contribuye significativamente a su valor duradero.

La trama, centrada en la familia MacMillan y su casa amenazada por una misteriosa fuente de electricidad, no es compleja, pero tampoco se la puede reprochar. El guion se beneficia de una ejecución cuidadosa de los detalles, creando momentos de suspenso bien calibrados y evitando caer en clichés del género. La idea central del “latido” como manifestación del horror es intrigante, aunque en algunos momentos se siente un poco explicativa, y podría haberse explorado con mayor profundidad. Sin embargo, el ritmo general es sólido y mantiene la atención del espectador, aunque con cierto desgaste en su segunda mitad, donde la tensión se diluye ligeramente por la necesidad de explicar algunos elementos.

Las actuaciones son sólidas. Michael C. Hall, como el padre Andy, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la creciente paranoia y el horror de su personaje. Su rostro, en particular, se convierte en un espejo de la angustia que experimenta. Rebecca Hall, como su esposa, también ofrece una actuación notable, con un toque de vulnerabilidad que la hace más cercana y simpática, a pesar de la situación extrema en la que se encuentra. El resto del elenco, que incluye a las hijas de Andy, contribuyen a la atmósfera general, aunque sus papeles son más secundarios. La dinámica familiar, al final, se convierte en el núcleo emocional de la película, otorgándole una dimensión que va más allá del mero susto.

Sin embargo, debo reconocer que “Latido” tiene algunas debilidades. La película se preocupa demasiado en ocasiones por explicar la lógica detrás de los fenómenos eléctricos, socavando, en cierta medida, la atmósfera de misterio. La resolución final, aunque satisfactoria, podría haberse sentido más orgánica y menos forzada. No obstante, la película se beneficia de una dirección visual eficaz y de una cuidadosa construcción de la atmósfera, elementos que superan en parte estos pequeños defectos. Es un ejemplo de cómo un concepto sencillo, bien ejecutado y apoyado por una dirección habilidosa puede resultar en una experiencia cinematográfica memorable, incluso si no es una obra maestra del género.

Nota: 7/10