Laura (1944)

“Laura” de Otto Preminger no es una película de detectives convencional; es un laberinto psicológico y una exploración de la obsesión, la duda y la naturaleza de la verdad. La película, estrenada en 1944, sigue el trabajo del detective Mark McPherson (Gene Tierney) tras el brutal asesinato de Laura, una mujer misteriosa y excepcionalmente hermosa. La trama, aparentemente sencilla, se convierte rápidamente en un juego de espejos donde el espectador, al igual que McPherson, nunca está seguro de quién es el verdadero culpable o de qué es real.

La dirección de Preminger es impecable, construyendo una atmósfera de tensión palpable desde el primer plano. Utiliza la fotografía en blanco y negro de Joseph H. Leonard para crear una sensación de frío y desasosiego, resaltando la belleza melancólica de Laura y la inquietud de McPherson. La paleta de colores apagados y las sombras profundas contribuyen a la sensación de que algo se esconde tras la fachada de normalidad. Preminger no revela toda la información de golpe; la paciencia es una virtud necesaria para seguir el baile de mentiras y verdades que manipula la narrativa.

Gene Tierney ofrece una actuación magistral como Laura. Su interpretación es sutil, pero extraordinariamente expresiva. Laura no es simplemente una víctima; es una figura enigmática que parece observarnos, que nos atrae y nos repulsa a partes iguales. Tierney transmite una vulnerabilidad y una fuerza interior que desafían la descripción. La actuación de John Dye como el mayordomo, Harry Dell, es igualmente convincente, aportando un toque de pragmatismo a un entorno cada vez más surrealista. Su presencia silenciosa y su mirada penetrante son fundamentales para el desarrollo de la trama.

El guion, adaptado de la obra teatral de Philip Barry, es donde reside el mayor mérito de la película. Preminger y la co-guionista Joan Walshingham logran transformar una obra teatral, a menudo considerada kitsch, en una pieza cinematográfica sofisticada. El guion se centra en la construcción psicológica de los personajes y en el juego de la percepción. La idea de crear un retrato mental de Laura, un "aura" que McPherson utiliza para analizar su vida y sus relaciones, es brillantemente innovadora para la época y sigue siendo tan intrigante hoy en día. La película cuestiona la fiabilidad de la memoria y de la evidencia, explorando si la verdad reside en la reconstrucción mental o en los testimonios de los demás. El ritmo pausado y la ambigüedad deliberada obligan al espectador a participar activamente en la construcción de la interpretación.

“Laura” no ofrece respuestas fáciles. La película se deja interpretar, y la conclusión, aunque sorprendente, funciona como consecuencia lógica de la incertidumbre que se ha construido a lo largo del metraje. Es una obra que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la verdad, el poder del recuerdo y la fragilidad de la percepción humana. Una película excepcional que merece ser redescubierta, especialmente para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica más allá del entretenimiento convencional.

Nota: 8/10