Le Divorce (2003)

“Le Divorce” no es una explosión de melodrama ni un drama familiar grandilocuente. Es, en cambio, una película cuidadosamente construida, que se apoya en la sutileza y la atmósfera para tejer una historia de deseo, traición y las complejidades inherentes a las relaciones familiares. La película, dirigida por Claire Denis, no busca el impacto inmediato, sino que se deleita en las pequeñas observaciones y las miradas significativas, dejando que el drama se desarrolle lentamente, como la niebla que envuelve los jardines franceses en los que transcurre gran parte de la historia.

La película se centra en Isabel (Marina de Tavira), una mujer de negocios estadounidense que viaja a París para apoyar a su hermanastra Roxeanna (Laetitia Dosier), embarazada y desahuciada por su esposo. El viaje de Isabel se convierte rápidamente en una intriga moral y emocional. La relación entre Isabel y el diplomático francés, Jean-François (Melvil Poupaud), es el núcleo de la trama, pero Denis evita las típicas escenas de romance escandaloso. La tensión se construye a través de encuentros casuales, miradas cargadas de significado, y una evidente química que es, más que apasionada, profundamente incómoda. El juego de poder entre ambos, una especie de atracción prohibida, es el verdadero motor de la narrativa, explorando la vulnerabilidad que reside bajo las fachadas de las personas y las consecuencias del deseo.

Las actuaciones son sobresalientes. Marina de Tavira aporta una calma y un análisis penetrante a Isabel, una mujer que se encuentra en un punto de inflexión y que lucha por comprender sus propios sentimientos. Melvil Poupaud, por su parte, ofrece una interpretación de un diplomático francés compleja y enigmática; su mirada es la de un hombre dividido entre el deber y la impulsividad. Laetitia Dosier, como Roxeanna, logra transmitir la frustración y la desesperación de una mujer atrapada en una situación familiar caótica. No se trata de personajes fácilmente definidos, sino de individuos que se mueven dentro de un torbellino emocional, buscando consuelo y, quizás, una forma de escapar de la realidad.

Lo que realmente distingue a “Le Divorce” es su maestría en la dirección. Claire Denis evoca la belleza decadente de París, no como una ciudad romántica, sino como un espacio de secretos, de sombras y de pasiones ocultas. La fotografía, con tonalidades grises y tonos ocre, contribuye a la atmósfera sombría y melancólica. Denis no depende de diálogos extensos para comunicar sus ideas; el lenguaje visual es el principal vehículo para transmitir la tensión emocional y la ambigüedad moral de la historia. Es una película que exige la atención del espectador, que invita a la reflexión y que, en última instancia, deja una impresión duradera, no por su impacto dramático, sino por la honestidad y la delicadeza de su tratamiento de temas como el amor, la infidelidad y las complejidades de las relaciones familiares.

Nota: 7/10