“Le Tigre et le Président” no es simplemente una película de supervivencia; es una meditación contemplativa sobre el choque entre el progreso y la identidad, envuelta en la belleza salvaje de la Nueva Caledonia. La dirección de Steven Dubois es notablemente calmada, a diferencia de lo que uno podría esperar de un conflicto con un animal salvaje. Se centra en el desarrollo psicológico de Victor, el alcalde interpretado magistralmente por Jérôme Neuville, dejando que la tensión crezca orgánica y, lo que es más importante, nos permita sentir su creciente dilema. Dubois evita los trucos espectaculares y las explosiones, optando por un ritmo pausado que permite al espectador empatizar con la angustia y la incertidumbre del protagonista. Esta elección deliberada, lejos de resultar aburrida, contribuye a la sensación de un drama profundamente arraigado en la realidad.
La película se construye sobre una premisa aparentemente sencilla, pero la ejecución demuestra una aguda reflexión sobre las consecuencias de la ambición y el poder. El tigre no es solo una amenaza física; es un símbolo de la naturaleza indomable, de las tradiciones ancestrales que el alcalde, a través de sus políticas de desarrollo, está amenazando. Neuville ofrece una interpretación conmovedora de Victor, un hombre que busca el progreso de su comunidad pero que, sin darse cuenta, se está despojando de su esencia. La complejidad de su personaje radica en su deseo de ser visto como un líder, de proteger a su pueblo, sin comprender las profundidades del respeto que debe tener por las fuerzas que lo rodean. Su lucha interna, expresada principalmente a través de sus ojos y su lenguaje corporal, es mucho más poderosa que cualquier diálogo expositivo.
El guion, adaptado por Stephen Knight y Thomas Bidegain, es notablemente elegante. Evita caer en simplismos y, aunque el tema central es evidente, se explora con sutileza, dejando que el espectador tome sus propias conclusiones. La película, además, ofrece una fotografía deslumbrante que captura la inmensidad y la belleza del paisaje neocaledoniano. Los colores vibrantes, la luz natural y la atención al detalle crean una atmósfera inmersiva que amplifica la sensación de ser testigo de un mundo salvaje y peligroso. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección la visuales, realzando la atmósfera de suspense y melancolía.
Si bien la trama no es particularmente original, la forma en que se desarrolla y se narra la eleva por encima de su potencial. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que plantea preguntas importantes sobre la relación entre el hombre y la naturaleza, la ética del progreso y la importancia de respetar las tradiciones. Es un drama reflexivo que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales han finalizado. “Le Tigre et le Président” es, en esencia, una película sobre la responsabilidad y la humildad.
Nota: 8/10