Lejos del cielo (2002)

“Lejos del cielo” (Away From Her) no es una película que te entretenga con un drama explosivo o un desarrollo argumental vertiginoso. Es, en cambio, una meditación sobre el paso del tiempo, la pérdida y la naturaleza del amor en su forma más sutil y profunda. La dirección de Todd Haynes es magistral en su lentitud deliberada, utilizando la fotografía en blanco y negro de Bradford Maroon como una herramienta poderosa para subrayar la opresión y el aislamiento de la protagonista, Evelyn Cooke, interpretada con una dignidad y vulnerabilidad conmovedoras por Frances McDormand. Haynes no busca la grandilocuencia; el poder reside en los pequeños detalles, en las miradas silenciosas, en el lenguaje no verbal que construye una atmósfera de creciente inquietud y desesperación.

McDormand ofrece una actuación que se merece todos los premios. Su Evelyn es una mujer atrapada en una jaula dorada, cuya vida se reduce a las tareas domésticas y a la mera compañía de su esposo, Peter (Bill Heck), un psicoanalista que vive en un mundo propio y desconectado de las preocupaciones de su esposa. La evolución de la relación entre ambos, marcada por la incomunicación y el creciente deterioro de la memoria de Evelyn, es el corazón de la película. McDormand logra transmitir, con una sutileza asombrosa, la creciente angustia de una mujer que se siente cada vez más ajena a su propia identidad y a su entorno. Se percibe un terror silencioso, un lamento silencioso que no necesita ser expresado con palabras.

El guion, adaptado de la obra de teatro homónima de Dennis Johnson, es exquisito. No se apoya en clichés dramáticos, sino que explora temas complejos con sensibilidad y respeto. La película no juzga a los personajes; simplemente les presenta ante la cámara, mostrando las consecuencias de sus decisiones y las limitaciones impuestas por una sociedad conservadora. La historia no sólo trata sobre la demencia, sino sobre el miedo al cambio, a la vulnerabilidad, al olvido. El uso de la fotografía en blanco y negro, con sus sombras que deforman la realidad y sus espacios amplios y vacíos, contribuye a este sentido de desconexión y pérdida. La película cuestiona la idea de la perfección doméstica, revelando las grietas y los secretos que se esconden detrás de una fachada de bienestar.

“Lejos del cielo” no es una película fácil de ver. Requiere paciencia, reflexión y, sobre todo, una disposición a confrontarse con la fragilidad humana. Su impacto emocional es profundo y duradero, dejando al espectador con una sensación de melancolía y una profunda apreciación por la belleza de los pequeños gestos y las conexiones que nos permiten sobrevivir y sentirnos vivos. Es una obra que, a pesar de su tono sombrío, ofrece un respiro en el cine actual, por su autenticidad y su honestidad brutal.

Nota: 8.5/10