Lejos del mundanal ruido (2015)

“Lejos del mundanal ruido” no es una película que se consume, sino que se siente. Dirigida con maestría por Agnès Varda, esta película francesa, a menudo subestimada y relegada a un segundo plano en el canon de la Nouvelle Vague, se erige como un testimonio poderoso y con una profunda resonancia sobre el deseo, la libertad y la búsqueda de la autenticidad en una sociedad estructurada por normas impuestas. La película no se centra en un melodrama convencional; en su lugar, ofrece una experiencia contemplativa que obliga al espectador a involucrarse activamente en el viaje emocional de su protagonista, una mujer soltera de principios del siglo XX, a la que solo conocemos como la “mujer” – un nombre que, en sí mismo, revela mucho sobre la dinámica de poder operante en la historia.

Varda evita los clichés del romance y la culminación dramática. En su lugar, la película se construye sobre una lenta y deliberada exploración de la soledad, la contemplación y el arduo proceso de autodefinición. La protagonista, interpretada con una sutileza exquisita por Sandrine Bonnaire, no busca desesperadamente un marido. Su introspección, su anhelo por un espacio propio y su creciente descontento con las limitaciones impuestas por la sociedad son mucho más relevantes que cualquier ideal romántico. El silencio, la mirada fija y los pequeños gestos de la mujer son vehículos de comunicación esenciales, revelando sus pensamientos y emociones sin necesidad de palabras. La dirección artística, con su paleta de colores terrosos y su ambientación rural meticulosamente cuidada, refuerza esa sensación de aislamiento y conexión con la naturaleza, elementos cruciales en la búsqueda de la mujer por un lugar propio.

Las actuaciones son sutiles y naturalistas. Bonnaire, en particular, ofrece una interpretación que oscila entre la fragilidad y la fortaleza. El resto del elenco, con figuras como Jean Piché, proporciona un contrapunto perfecto, evitando la teatralidad y manteniendo una presencia discreta pero esencial. La película no exige grandes actuaciones, sino que depende de la fidelidad y la naturalidad de los actores para transmitir la complejidad de la experiencia de la protagonista. El guion, adaptado de la obra teatral de Marcel Achard, es inteligente y evocador. Varda evita narraciones expositivas, permitiendo que el espectador interprete la historia a través de los detalles visuales y la atmósfera general. La historia no se cuenta; se experimenta.

“Lejos del mundanal ruido” no es un espectáculo cinematográfico explosivo, sino una meditación sobre la vida, la libertad y la resistencia. Su fuerza reside en su sencillez y en su capacidad para provocar una reflexión profunda en el espectador. Es una película que, a pesar de su aparente modestia, plantea cuestiones fundamentales sobre la identidad femenina, las expectativas sociales y el derecho a la individualidad. Es una película que perdura en la mente mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 8.5/10