Lemming (2005)

“Lemming” (1995) de Robert Renard es una película que se queda en la memoria como una atmósfera opresiva y un estudio inquietante sobre la fragilidad de la felicidad y el peligro de lo inesperado. No es una película de acción ni de grandes explosiones; su poder reside en la creación de un ambiente de tensión palpable, casi claustrofóbico, que te atrapa desde la primera escena. La película se centra en la vida aparentemente idílica de Alain (Alain Güigou) y Benedicte (Isabelle Adjani), una joven pareja ingeniosa y feliz que se traslada a una nueva ciudad en busca de un nuevo comienzo profesional. Su tranquilidad se ve brutalmente interrumpida por la llegada de sus jefes, Claude (Jean-Pierre Dussollier) y Laurence (Helen Rampling), un matrimonio que irradia una amargura insoportable y un odio profundo que se manifiesta en cada mirada, en cada gesto.

La dirección de Renard es magistral. No se adentra en explicaciones innecesarias, dejando al espectador la tarea de interpretar las sutilezas de la relación entre Claude y Laurence. La cinematografía, con una paleta de colores apagados y una iluminación que evoca la melancolía, contribuye enormemente a la sensación de incomodidad. La película se centra en los pequeños detalles, en el lenguaje corporal, en las pausas incómodas, para revelar la descomposición psicológica de los personajes. Renard utiliza el espacio, la arquitectura de la casa como reflejo de la podredumbre interna de sus habitantes. Es una dirección precisa y controlada, sin recurso a la teatralidad excesiva, que logra transmitir la creciente paranoia de Alain y Benedicte.

Las actuaciones son, en su conjunto, excepcionales. Alain Güigou transmite la vulnerabilidad y la creciente desconfianza de Alain de manera convincente. Su evolución, desde la serenidad inicial hasta el horror, es gradual y creíble. Sin embargo, es Isabelle Adjani quien domina la pantalla. Su interpretación de Benedicte es deslumbrante. Captura la desesperación y la determinación de la mujer, su miedo a perder el control y su creciente necesidad de proteger su felicidad. Helen Rampling, por su parte, ofrece una interpretación glacial y perturbadora de Laurence, una figura que parece construida sobre la amargura y el resentimiento. Su presencia es, sin duda, el corazón de la película.

El guion, adaptado de la novela de Georges Perec, es inteligente y sutil. No se basa en el suspense convencional, sino en la sugerencia y la atmósfera. La trama se desarrolla lentamente, como una lenta e implacable erosión de la paz. La historia se centra en la sensación de que algo terrible está a punto de suceder, una premonición que se filtra en la conciencia de los personajes. La novela de Perec, con su estructura y sus referencias, se ha traducido a la pantalla con maestría, manteniendo la ambigüedad y el misterio que la caracterizan. Es una película que te obliga a pensar, a cuestionar las apariencias y a preguntarte si la felicidad que percibimos es realmente tan sólida como creemos.

En definitiva, “Lemming” es una experiencia cinematográfica intensa y perturbadora. No es una película fácil de ver, pero es una película que se queda grabada en la mente. Es un estudio psicológico profundo sobre la fragilidad de la vida y la naturaleza humana.

Nota: 8/10