Leprechaun: La noche del duende (1993)

“Leprechaun: La Noche del Duende” es, en su esencia, una película que se atreve a abrazar su propia absurdidad con una audacia casi criminal. Y, en ese sentido, es una de las películas más divertidas que he visto en mucho tiempo. Dirigida por Mark Waters, la cinta, lejos de pretender ser una comedia de terror de alta gama, se basa en el humor torpe, la exageración y una premisa increíblemente descabellada: un duende irlandés, impulsado por la venganza y el deseo de recuperar un oro robado, aterroriza a una familia estadounidense. La dirección de Waters, en lugar de intentar un espectáculo visual deslumbrante, se centra en la construcción de la tensión cómica, utilizando el espacio de la casa como escenario de una persecución constante y llena de situaciones ridículas.

La película no se basa en sustos repentinos ni efectos especiales complejos. La amenaza del duende, interpretado con una caricatura maravillosa por Warwick Davis, reside en su capacidad para imitar voces y manipular a los personajes. Davis, con su expresividad y habilidad para imitar diferentes acentos, es el corazón de la película y aporta una energía contagiosa a cada escena. La comedia surge de las reacciones de los personajes, que ante la repentina aparición de la criatura, reaccionan con incredulidad, miedo y, en muchos casos, con una hilaridad desbordante. El guion, a pesar de ser predecible en su estructura, ofrece momentos de ingenio y diálogos agudos que logran mantener al espectador entretenido hasta el final.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. El ritmo es desigual, con algunos momentos de calma intercalados entre las intensas escenas de persecución. Algunos personajes secundarios carecen de profundidad y su motivación es a veces poco clara. No obstante, estas pequeñas imperfecciones no empañan la experiencia general. “Leprechaun: La Noche del Duende” es una película que se disfruta mejor con una actitud relajada y la disposición de aceptar su torpeza. No es una obra maestra, pero sí un escape divertido y desconcertante a la vez.

En definitiva, la película se beneficia enormemente del carisma de Warwick Davis, de su presencia escénica y de su capacidad para dotar de vida a un personaje tan extravagante como el duende. La película se convierte en una celebración del humor absurdo y de la creencia en lo imposible. Es una película que, si no te toma en serio, te brindará horas de entretenimiento puro.

Nota: 7/10