“Les Papas du Dimanche” (Las Papas del Domingo) es una película que te cala hondo, no por su espectacularidad visual, sino por la honestidad brutal con la que explora el dolor y la angustia de la desintegración familiar. Dirigida por Audrey Fleurot, quien también interpreta a Isabelle, la esposa infiel, la película se centra en la visita cada dos semanas que Antoine (interpretado con una sutileza admirable por Samuel Kim) le hace a sus hijos, Baptiste y Chloé. Este intervalo, aparentemente insignificante, se convierte en un símbolo poderoso del vacío y la desesperación que siente el protagonista.
La dirección de Fleurot es precisa y minimalista, favoreciendo la observación paciente de las pequeñas conversaciones, los silencios incómodos y las miradas que revelan más que las palabras. No hay grandes espectáculos o giros dramáticos; la tensión se construye gradualmente a través de la acumulación de pequeñas frustraciones y la palpable incomunicación entre Antoine y sus hijos. La película se beneficia enormemente de su ritmo pausado, lo que permite al espectador conectar profundamente con los personajes y sentir el peso de sus emociones. El uso del plano secuencia, especialmente en algunas escenas domésticas, contribuye a esa sensación de encierro y monotonía.
Las actuaciones son sobresalientes. Hélène Fillières, como Isabelle, ofrece una interpretación magnética y compleja. No se limita a ser la mujer que rompe el corazón de Antoine; es un personaje con sus propias heridas, sus propias motivaciones, que resulta profundamente humano. Samuel Kim, por su parte, transmite con maestría el anhelo de Antoine por conectar con sus hijos, su impotencia frente a la distancia emocional que se ha abierto entre ellos y la sensación constante de no estar presente en la vida de sus hijos. Thierry Neuvic y la joven Léa Vincent, como Baptiste y Chloé, aportan una autenticidad conmovedora a sus respectivos roles, capturando la inocencia y la confusión de la infancia ante una situación que les es completamente ajena.
El guion, adaptado de la novela homónima de Anne Levy, es elegante y sobrio. Evita el sentimentalismo fácil, centrándose en las consecuencias psicológicas de la infidelidad y el impacto que tiene en el bienestar emocional de los niños. La película no ofrece respuestas fáciles ni juicios morales; simplemente presenta la realidad de un divorcio en curso, con todas sus complejidades y sus dolorosas implicaciones. El uso del lenguaje, especialmente a través de las conversaciones entre Antoine y sus hijos, es particularmente efectivo para ilustrar la barrera emocional que existe entre ellos. Es una película que se queda contigo, que te induce a reflexionar sobre la importancia de la presencia y el compromiso en las relaciones familiares.
Nota: 8/10