“Ley 627” no es una película que te conquista inmediatamente. No llega con un despliegue de imágenes impactantes o una banda sonora inolvidable. Más bien, se instala en la mente como una niebla, una atmósfera opresiva que te sumerge en la corrupción y la deshumanización de la ciudad de París. La película, dirigida por la inquietante Chantal Abessky, es una obra metódica, deliberada, que se centra en la rutina de Lulu (interpretado con una intensidad magnética por Pio Drummond), un inspector de la policía francesa que se enfrenta a una burocracia asfixiante y a la crudeza de su trabajo. Drummond ofrece una actuación soberana, transmitiendo la desesperación y la creciente desconfianza de un hombre que, a pesar de su idealismo inicial, se enfrenta a la realidad brutal de su oficio.
La película se construye sobre pequeños detalles, fragmentos de conversaciones y miradas cortas. No hay acción grandilocuente ni persecuciones trepidantes. La tensión, en cambio, reside en el silencio entre las líneas, en las expresiones de los personajes y en la atmósfera sombría que la película irradia. Abessky, con su habitual estética minimalista, construye un relato que evoca la sensación de estar atrapado en una máquina burocrática, donde la justicia parece ser un concepto relativo. La dirección es precisa y efectiva, aprovechando al máximo los espacios urbanos de París – a menudo desolados y abandonados – para subrayar la soledad y el aislamiento del protagonista.
El guion, coescrito por Abessky y Jean-Pierre Marchand, se beneficia de una escritura sobria y honesta, que evita los clichés y las soluciones fáciles. Las conversaciones entre Lulu y sus compañeros son crípticas y ambiguas, dejando al espectador la tarea de interpretar las motivaciones de cada personaje. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas incómodas sobre la corrupción, la política y la naturaleza humana. Algunas de las interpretaciones de los secundarios, especialmente el de Patrick Descormiers como el jefe de Lulu, son particularmente sólidas, aportando matices a la narrativa.
Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. A su ritmo pausado y su atmósfera melancólica, podría resultar pesada para algunos espectadores. La trama, aunque interesante, no desarrolla un arco narrativo particularmente complejo, centrándose más en la exploración psicológica del personaje principal que en la resolución de un conflicto específico. No obstante, "Ley 627" es, en última instancia, una meditación sobre la pérdida de la esperanza y la impotencia frente a un sistema corrupto. Es una película que te incomoda, te obliga a reflexionar y, con suerte, te deja con una sensación de inquietud que persiste mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar.
Nota: 7/10