Lianna (1983)

“Lianna” no es una película que explote el melodrama con artificios. Más bien, se erige como un estudio sutil y cautivador de la desilusión y la búsqueda de significado en la vida adulta. La película, dirigida con delicadeza por Michael Dinner, ofrece un retrato realista y, a su vez, profundamente melancólico de una mujer atrapada en una existencia que le carece de vitalidad. La historia, centrada en Lianna, interpretada con una vulnerabilidad palpable por Naomi Watts, nos presenta a una mujer que, a pesar de la aparente estabilidad de su matrimonio y su familia, se siente fundamentalmente vacía y desconectada.

La dirección de Dinner es discreta pero efectiva. Evita los clichés del género romántico y se enfoca en la construcción de la atmósfera y en la expresión de los sentimientos de Lianna. Utiliza la paleta de colores, a menudo fríos y apagados, para reflejar el estado emocional de la protagonista. El ritmo es pausado, permitiendo al espectador conectar con la introspección de Lianna y la lentitud con la que se disuelve su vida. La película no se apresura a ofrecer respuestas fáciles, sino que se centra en la experiencia del vacío existencial y en la búsqueda de algo que llene ese hueco.

El papel de Naomi Watts es, sin duda, el corazón de la película. Su interpretación es magistral, transmitiendo la incomodidad, la frustración y la desesperación de Lianna con una sutileza impresionante. Watts logra que el espectador se ponga en su lugar, sintiendo su soledad y su anhelo por algo más. Su presencia en pantalla es constante, y su mirada, a menudo llena de incertidumbre y añoranza, es profundamente conmovedora. Los actores de reparto, principalmente Matt Bomer como el marido de Lianna, ofrecen interpretaciones sólidas, aunque su personaje, en gran medida, sirve como contrapunto a la crisis interna de Lianna.

El guion, coescrito por Naomi Watts y Michael Dinner, es preciso y honesto. Se evita la sentimentalidad exagerada, optando por una representación realista de las dinámicas familiares y maritales. La relación entre Lianna y su profesora, Mark, interpretada por Brian Goodman, no se presenta como una solución mágica a sus problemas, sino como una conexión inesperada que le ofrece un nuevo punto de vista y la posibilidad de reconectar consigo misma. Es una historia de deseo y anhelo, pero también de autodescubrimiento. No es un romance idealizado, sino una exploración de la vulnerabilidad y la necesidad humana de ser visto y comprendido. El guion, aunque modesto en sus diálogos, es inteligente en su retrato de las complejidades de las relaciones humanas.

En definitiva, “Lianna” es una película contemplativa y reflexiva que se queda contigo mucho después de que terminan los créditos. Es un filme que te invita a la introspección y te hace cuestionar las prioridades de tu propia vida. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que buscan una narrativa cinematográfica que se centre en la complejidad de los sentimientos y la búsqueda de la felicidad, “Lianna” es una experiencia enriquecedora.

Nota: 7/10