Licencia para matar (1989)

“Licencia para matar” no es una simple película de espías; es un estudio de la venganza, la pérdida y la moralidad turbia que define a un agente secreto. Daniel Craig, en su última interpretación de James Bond, ofrece una faceta completamente nueva y, para muchos, la más convincente del personaje. Se aleja de la carismática ligereza de sus predecesores, abrazando una amargura palpable que impregna cada escena y otorga una profundidad inesperada a la historia. La película no se basa en el glamour o las gadgets excesivos, sino en el peso del dolor y la obsesión. Bond no es el héroe invencible, sino un hombre devastado por la muerte de su amigo Felix Leiter, un dolor que lo impulsa a cazar a un implacable narcotraficante llamado Mathías Rostova.

La dirección de Matthew Vaughn es audaz y deliberada. Vaughn no teme desafiar las convenciones del género de espías, optando por un estilo visual frenético y caótico que refleja el estado emocional de Bond. Las escenas de acción son brutales y realistas, evitando el CGI innecesario y centrándose en la violencia orgánica y la tensión. La película se beneficia enormemente de la fotografía de Newton Thomas Siegel, quien utiliza colores saturados y una paleta visual oscura para crear una atmósfera de peligro y desesperación. La edición es un componente clave, con cortes rápidos y secuencias de montaje complejas que mantienen al espectador al borde del asiento. Sin embargo, en ocasiones, la intensidad de la estética visual puede sentirse un poco abrumadora, eclipsando ligeramente la narrativa.

Las actuaciones son sobresalientes en todo el reparto. Además de la interpretación magistral de Craig, Javier Bardem aporta una complejidad magnética a Rostova, un villano que va más allá de la mera caricatura del malvado. Rosa Amaro, como Sofía, la mujer de Leiter, ofrece una vulnerabilidad conmovedora que añade una capa de humanidad a la trama. La química entre Craig y Bardem es excelente, construyendo una dinámica de antagonismo y, a la vez, una extraña forma de respeto mutuo. Aunque el resto del elenco no destaca particularmente, su contribución a la atmósfera general es evidente.

El guion, adaptado de un libro de Raymond Chandler, se centra en la idea de la justicia personal, explorando las consecuencias devastadoras de la venganza. La trama se desarrolla a un ritmo constante, evitando las exposiciones innecesarias y manteniendo la tensión alta. Si bien algunas subtramas podrían haberse desarrollado con mayor profundidad, la película logra transmitir un mensaje claro: la búsqueda de la venganza puede consumir al más puro de los hombres. El personaje de Bond se enfrenta a dilemas morales complejos, obligándolo a cuestionar sus propios valores y a confrontar la realidad de sus acciones. No es una película de acción pura y dura; es una película de espías que se preocupa por lo que significa ser un héroe en un mundo en el que la línea entre el bien y el mal es cada vez más difusa.

Nota: 8/10