Lilja forever (Lilja 4-ever) (2002)

“Lilja 4-ever”, la ópera prima de la directora rusa Tatiana Samoilova, no es una película para olvidar fácilmente. Es un descenso implacable a la desesperación y la fragilidad de la infancia, un relato sobre la supervivencia en condiciones inimaginables y la búsqueda, a menudo inútil, de la esperanza. La película se sumerge en la brutal realidad de Lilja, una adolescente rusa que enfrenta un futuro condenado a la miseria en la sombra de la desintegración soviética. La fotografía, en su mayoría en tonos grises y apagados, transmite la atmósfera opresiva de la ciudad y el peso de la desesperación.

La dirección de Samoilova es sólida y extremadamente efectiva. Evita el sentimentalismo fácil, centrándose en la cruda experiencia de Lilja. No busca justificaciones, ni siquiera una lógica comprensible para las decisiones que toma la protagonista. Nos deja enfrentarnos a la realidad sin adornos, a la búsqueda de una solución (la prostitución) como una consecuencia inevitable de su situación. El uso de la cámara es particularmente notable: maniobras de seguimiento y primeros planos que capturan la angustia en el rostro de la joven, la mirada perdida, la vulnerabilidad palpable. Los planos cerrados, en especial aquellos que muestran la interacción entre Lilja y Volodja, intensifican el sentido de aislamiento y la relación de dependencia que les une, un vínculo nacido de la necesidad y la soledad. Volodja, interpretado magistralmente por el actor ruso Nikita Podgorniy, añade una dimensión aún más conmovedora a la historia. Su adicción al pegamento no es un mero detalle estilístico, sino una metáfora visual de la búsqueda de evasión y la incapacidad de lidiar con la realidad.

La actuación de la joven protagonista, Dasha Brinina, es el corazón palpitante de la película. Su interpretación es sobrecogedora, sin necesidad de grandes recursos teatrales. Transmite con honestidad y fuerza la evolución de Lilja, desde la desesperación inicial hasta la búsqueda inestable de amor y una vida mejor. Aunque el guion se concentra en la experiencia de Lilja, la película logra también esbozar el retrato de un entorno social desolador, un microcosmos de pobreza y abandono. La película, a pesar de su lentitud y su sombría atmósfera, se sostiene gracias a la autenticidad de las interpretaciones y la capacidad de Samoilova para crear una atmósfera de tensión y desesperación ineludible. Sin embargo, la narrativa podría haberse beneficiado de un mayor desarrollo de los personajes secundarios, aunque esto también podría haber diluido la intensidad del enfoque principal. El final, aunque inevitable, queda abierto a interpretaciones y no ofrece una resolución definitiva. A pesar de las limitaciones de su forma, "Lilja 4-ever" es una obra poderosa y conmovedora que merece ser vista, no por su belleza visual, sino por su honestidad y su capacidad para provocar la reflexión.

Nota: 8/10