Límite: 48 horas (1982)

“Límite: 48 Horas” es un thriller policial que, a primera vista, parece un ejercicio más de la fórmula del “buddy cop”, pero que, en realidad, ofrece un desarrollo sorprendentemente sólido y un interesante choque de personalidades que, en última instancia, resulta ser su principal fortaleza. La película no se dedica a la grandilocuencia ni a los giros argumentales imposibles; su éxito reside en la honestidad de su premisa y en el desarrollo, aunque predecible, de las relaciones entre sus dos protagonistas. La historia, que se centra en la colaboración forzada entre un policía veterano y un criminal con una gran dosis de inteligencia y un historial legal impecable, plantea un desafío inusual: ¿cómo se puede convencer a un ladrón para que trabaje para la justicia? Es una pregunta que el guion plantea con gusto y que, a pesar de algunos clichés, explora con cierta profundidad.

La dirección de Phillip Noyce es segura y eficiente. Evita los excesos de acción y se centra en mantener la tensión a través del diálogo y la caracterización. El ritmo es pausado, permitiendo que la relación entre el detective Vincent Castillo (Robert De Niro) y el criminal Milo Kruger (Kurt Russell) se desarrolle de manera orgánica. Noyce sabe cómo manejar a sus actores, creando una química palpable entre De Niro y Russell, que no se limita a la simple interacción para los diálogos. La tensión no nace solo de la persecución, sino de las dudas mutuas, el desprecio entre los dos hombres y la revelación gradual de sus motivaciones. El uso de la cámara es minimalista, favoreciendo la inmersión en la historia y las emociones de los personajes. Sin embargo, es un filme que no sorprende; el guion mantiene el espectador en un plano de espera constante, previendo la evolución de la trama.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte del filme. Robert De Niro, aunque con un personaje relativamente plano, ofrece una interpretación segura y madura, aportando la experiencia y el cansancio de un policía que ha visto mucho. Kurt Russell, por su parte, roba la atención con una interpretación vibrante y llena de matices. Su Milo Kruger es un personaje complejo, con un pasado oscuro y un ego desmesurado, pero también con momentos de vulnerabilidad y honestidad. La química entre De Niro y Russell es, como he mencionado, excelente y se traduce en diálogos mordaces y situaciones cómicas. La película, en definitiva, depende del poder de sus dos protagonistas para mantener el interés del espectador, y en este aspecto, no falla. El secundario, aunque presentable, queda relegado a un papel meramente de apoyo, contribuyendo a la inmediatez de la trama.

El guion, escrito por Rod Lurie, es sólido y, aunque predecible, se basa en conceptos bien conocidos del género. El trasfondo criminal de Milo Kruger y la motivación del asesino añaden una capa de complejidad a la historia, pero también contribuyen a los tropismos del género. La resolución del misterio, aunque satisfactoria, no llega a sorprender. Sin embargo, el enfoque en el desarrollo de la relación entre los dos protagonistas y en la exploración de sus respectivas personalidades compensa en gran medida la falta de originalidad del guion. “Límite: 48 Horas” es, en resumen, un thriller policial entretenido y bien ejecutado, que, aunque no llega a ser una obra maestra del género, se erige como un buen ejemplo de cómo construir una historia sólida en torno a personajes convincentes.

Nota: 7/10