Linda, loca y peligrosa (1993)

“Linda, loca y peligrosa” no es una película que te deje sin aliento, pero sí una que te insinúa un inquietante presentimiento desde sus primeros minutos. La película, dirigida con cuidado por Emerald Fennell, no busca ser un thriller visceral en la línea de Tarantino, sino que se centra en la fragilidad psicológica y el horror implícito, una aproximación más sutil pero, para muchos, más efectiva. Fennell demuestra una capacidad admirable para crear una atmósfera de creciente paranoia, utilizando la paleta visual y el sonido para manipular la percepción del espectador.

El guion, adaptado de un libro de Nick Drnasos, es quizás el aspecto más discutible de la película. Si bien la premisa inicial - un empleado de hotel que se enamora de una asesina en serie - tiene potencial, la ejecución se siente, en ocasiones, un tanto forzada y predecible. La película explora la idea de la realidad versus la fantasía de una manera deliberadamente desconcertante, presentando escenarios surrealistas y ambigüedades que, si bien pueden ser intrigantes, a veces carecen de una justificación sólida dentro de la narrativa. Sin embargo, la película compensa estos momentos de incertidumbre con una exploración brillante de la imagen, del deseo y del miedo. El dilema moral central, la aceptación de la violencia como respuesta al tedio existencial, es complejo y, en última instancia, inquietantemente relevante.

El elenco es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Paul Mescal, en el papel de Matthew, ofrece una actuación devastadora. Transmite la vulnerabilidad y la desesperación de un hombre atrapado en su propia mente, con una sutileza que es profundamente conmovedora. Su interpretación es magistral, llena de momentos de fragilidad que te hacen empatizar con su lucha interna. También destaca Jodie Comer como Hexina, cuya dualidad - la belleza engañosa y la crueldad despiadada - es absolutamente escalofriante. Comer, como siempre, demuestra una versatilidad impresionante, oscilando con facilidad entre la seducción y la amenaza. La química entre Mescal y Comer es palpable, intensificando la tensión y el misterio de la historia.

Visualmente, “Linda, loca y peligrosa” es un festín para los ojos. La dirección de arte y la cinematografía contribuyen a la creación de una atmósfera opresiva y perturbadora. La película utiliza la luz, el color y el movimiento para evocar sensaciones de incomodidad y desasosiego. Hay escenas particularmente memorables, como las que involucran el uso de vibraciones y frecuencias bajas, que no solo son visualmente impactantes sino que también provocan una respuesta física en el espectador, aumentando la sensación de que algo no está bien. La banda sonora, minimalista y sugerente, complementa a la perfección la atmósfera de la película, reforzando el efecto general de inquietud.

En definitiva, “Linda, loca y peligrosa” es una película provocadora y memorable que se queda en la mente mucho tiempo después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Aunque no es perfecta, su audaz enfoque, sus actuaciones destacadas y su estética visualmente impactante la convierten en una experiencia cinematográfica digna de ser vista y analizada. Es una película que exige una cierta apertura por parte del espectador y que no entrega respuestas fáciles, pero que ofrece una reflexión inquietante sobre la naturaleza de la realidad, el deseo y la violencia.

Nota: 7/10