Lirios rotos (1919)

“Lirios Rotos” es, sin duda alguna, una de las películas más conmovedoras y duras de D.W. Griffith, un retrato visceral de la pobreza, la violencia y la desesperación en el corazón de Limehouse, Londres, a principios del siglo XX. Griffith, maestro en la manipulación visual y la construcción de atmósferas, logra con esta obra alcanzar un nivel de melancolía y tragedia que pocas veces habíamos visto. La película no se limita a narrar una historia; la inmersiona en la sensación de un tiempo y un lugar, una bruma de humo, alcohol y sufrimiento.

El guion, si bien sigue una estructura narrativa simple –el conflicto entre la opresión paterna y el amor puro–, es excepcionalmente efectivo. Griffith no rehúsa mostrar la crudeza de la realidad. Las escenas de violencia, aunque filmadas con la sensibilidad que caracteriza a Griffith, son perturbadoras en su honestidad. No se excusa ni se romantiza el abuso. La película se centra en las consecuencias de la violencia, en las cicatrices emocionales que deja en las víctimas, y en la búsqueda de esperanza en medio de la oscuridad. La relación entre los dos protagonistas, el tendero chino y la joven, se construye con una sutileza que realza la intensidad del drama. La película se resiste a las soluciones fáciles; el amor no es el salvador, sino un refugio temporal frente al tormento.

La dirección de Griffith es impecable. Su dominio de la cámara, su habilidad para controlar el ritmo y sus innovadores recursos visuales son evidentes en cada fotograma. La película utiliza la luz y la sombra, el movimiento de cámara y la composición para transmitir emociones y crear un ambiente opresivo. La banda sonora, aunque modesta, contribuye a la atmósfera melancólica. Particularmente notable es el uso del color, o más bien, la ausencia de él, contribuyendo a la sensación de gris y decadencia que define el entorno. Las actuaciones, aunque dentro de los límites de las convenciones cinematográficas de la época, son convincentes. La actuación de la joven protagonista, revelando la vulnerabilidad y la fuerza interior, es especialmente impactante. El actor que interpreta al tendero chino, aunque menos destacado, logra transmitir la nobleza y la determinación de su personaje. Es en estos pequeños detalles donde reside la autenticidad de la película.

Sin embargo, es importante contextualizar "Lirios Rotos" dentro de la problemática legado de Griffith. Aunque la película posee momentos de gran belleza y dramatismo, y se puede admirar por su valentía al mostrar la dura realidad social de la época, no podemos ignorar las controversias que rodean su figura y las implicaciones racistas de algunas de sus obras. A pesar de esto, "Lirios Rotos" merece ser estudiada y apreciada como un documento histórico valioso y una muestra del virtuosismo técnico y narrativo de uno de los cineastas más influyentes de la historia. Es un retrato perturbador, pero necesario, de un mundo al borde del colapso.

Nota: 7/10