Live Aid (1985)

“Live Aid” no es, estrictamente hablando, una película. Es un documento. Un registro impactante y profundamente conmovedor de un momento histórico, de un acto de caridad a una escala global sin precedentes. Dirigida por Jonestown (de “The Blair Witch Project”), la película se centra en la logística abrumadora de dos conciertos simultáneos, el celebrado en el estadio de Wembley y otro en Filadelfia, con el objetivo, como bien sabemos, de aliviar el sufrimiento humano en Etiopía y Somalia, víctimas de hambrunas devastadoras. Y es precisamente esta ambición, esta inmensa responsabilidad, lo que le confiere a la película su fuerza y su resonancia.

La dirección de Jonestown se distingue por su enfoque observacional. No buscamos una narrativa cinematográfica elaborada, sino un flujo de imágenes y sonidos que capture la atmósfera del evento. La película se centra en las pruebas de sonido, las conversaciones entre los técnicos, la nerviosa preparación de los artistas, el bullicio del público. Estas escenas, que podrían parecer mundanas a primera vista, revelan la tensión y el esfuerzo colosal que se requería para llevar a cabo un proyecto de tal magnitud. El uso de la cámara subjetiva, con personas caminando entre el público y los escenarios, crea una sensación de inmersión total, como si estuviéramos presenciando el evento en primera persona.

Las actuaciones musicales, obviamente, son el corazón de la película. Se ofrecen fragmentos de artistas de primer nivel como Queen, Paul McCartney, George Michael, David Bowie, U2, y muchos más, cada uno dando lo mejor de sí para la causa. Las grabaciones, aunque no sean actuaciones completas en el sentido tradicional, son excepcionales, capturando la energía y la pasión de los músicos. La elección musical es impecable, combinando canciones conocidas con otras más emotivas, creando un programa musical diverso que apela a una amplia gama de gustos. Sin embargo, la película no se detiene demasiado en el contenido musical, permitiendo que la imagen y la atmósfera dominen, lo cual, en última instancia, es una decisión acertada.

El guion, o la ausencia de él, es, quizás, el elemento más controvertido. No hay narración, ni diálogo significativo. La película se basa en la simple exposición de la realidad, en la imagen y el sonido. Algunos críticos han argumentado que esto la hace plana y carente de profundidad. Yo, por el contrario, considero que esta falta de artificio es precisamente lo que la convierte en una pieza tan poderosa. No intenta suavizar la cruda realidad de la situación humanitaria; simplemente la presenta, sin adornos ni excusas. El verdadero impacto emocional proviene de la imagen del hambre, de la desesperación y de la esperanza que se transmite.

“Live Aid” no es un espectáculo glamuroso. Es un espejo que refleja la generosidad humana, la compasión y la capacidad de respuesta a una crisis. Es un testimonio de lo que se puede lograr cuando la música, el arte y el deseo de ayudar se unen. Es una película que te hace reflexionar sobre la responsabilidad social y el poder de la unión.

Nota: 8.5/10