Llévame a casa nena (2011)

“Llévame a casa nena” (Take a Miss to Dinner) es una comedia romántica que se aferra a la nostalgia de los años ochenta con un entusiasmo desbordante, pero que, en última instancia, carece de la profundidad y el ingenio necesarios para destacar verdaderamente. La película, dirigida por Brian Herzfeld, intenta evocar el espíritu despreocupado y ligeramente absurdo de las comedias adolescentes de esa época, y en ciertos momentos, lo consigue con éxito, pero se pierde en un exceso de clichés y un humor que a veces se siente forzado.

La premisa, la de un joven que trabaja en una tienda de vídeos como excusa para acercarse a su chica ideal, no es precisamente original, pero la película se esfuerza por inyectarle frescura y una energía juvenil contagiosa. La ambientación en 1988 es meticulosamente recreada, desde la moda hasta la música, aunque en ocasiones, ese cuidado en los detalles parece más una declaración de intenciones estilísticas que una contribución significativa a la narrativa. El uso de efectos especiales, particularmente en las secuencias de comedia, es evidente y, aunque no son particularmente impresionantes, cumplen su función de entretener y aportar un toque kitsch característico del género.

Las actuaciones son el punto fuerte de la película. Topher Grace, que regresa a su terreno de comedia, ofrece una interpretación natural y entrañable como Matt, un joven inseguro que se enfrenta a sus propios demonios internos mientras intenta conquistar a Tori. Teresa Palmer, con su elegancia y carisma, encarna a Tori de forma convincente, aunque su personaje, aunque atractivo, no se desarrolla suficientemente. Dan Fogler y Anna Faris, como el mejor amigo y la hermana de Matt, aportan momentos de comedia genuina y su química en pantalla es palpable, ofreciendo algunas de las escenas más divertidas del filme.

Sin embargo, el guion es donde la película más notablemente falla. Las situaciones se vuelven repetitivas y predecibles, y el desarrollo de la trama se siente apresurado y superficial. Las bromas, aunque a menudo entretenidas, carecen de la sustancia necesaria para dejar una impresión duradera. Además, el tono sentimental de la película, que surge en el último acto, se siente un poco fuera de lugar y no se integra perfectamente con el tono general de la comedia. La película trata temas como la autoaceptación y la importancia de perseguir tus sueños, pero lo hace de una manera muy directa y sin profundizar en la complejidad de estas ideas.

En definitiva, “Llévame a casa nena” es una película divertida y ligera, que puede ser disfrutada como un entretenimiento ocasional. No es una obra maestra del género, pero sí ofrece momentos de comedia genuina y un ambiente nostálgico que atraerá a los amantes de las comedias adolescentes de los ochenta. Su principal atractivo reside en su capacidad para evocar un sentimiento de familiaridad y nostalgia, pero carece de la profundidad y el ingenio necesarios para trascender el mero entretenimiento superficial.

Nota: 6/10