Lo dejo cuando quiero (2014)

“Lo dejo cuando quiero” (Leave the World Behind) no es simplemente un thriller psicológico; es un espejo inquietante que refleja nuestras ansiedades más profundas sobre la seguridad, la desconexión y el futuro. La película, dirigida por Sam Levinson, se distingue no tanto por su ritmo vertiginoso, sino por la atmósfera densa que construye, sugiriendo más que mostrando, y dejando al espectador con una sensación de incomodidad persistente.

La película sigue a una familia blanca, compuesta por la licenciada en psicología Amanda (Julia Roberts) y su marido, el arquitecto Clay (Ethan Hawke), en un viaje de vacaciones en la costa de Long Island. Su tranquilidad se ve interrumpida por la llegada de un grupo de extraños, Daniel (Jon Hamm) y Margot (Gayle Rankin), que reclaman refugio en su casa, alegando que se han visto afectados por una misteriosa falla de red que ha paralizado la comunicación a nivel global. Lo que inicialmente parece una crisis aislada, pronto se transforma en algo mucho más amenazante y surrealista. La dirección de Levinson, habitualmente asociada a series como “Euphoria”, demuestra una evolución notable en su estilo, abandonando la exuberancia vibrante por un enfoque en la observación sutil y el detalle perturbador. No es una película que se apresura a explicar, sino que confía en la inteligencia del público para leer entre líneas y dibujar sus propias conclusiones sobre el desenlace.

Las actuaciones son impecables. Julia Roberts ofrece una interpretación magnética, transmitiendo la angustia y la creciente paranoia de Amanda con una sutileza que es ambas, poderosa y terriblemente real. Ethan Hawke, por su parte, aporta una calma contenida que contrasta con la inestabilidad emocional de su esposa, creando un dinámico equilibrio en la relación. Jon Hamm, en el papel del misterioso Daniel, se muestra inquietantemente ambiguo, dejando al espectador preguntándose si es una amenaza real o simplemente un producto de su propia vulnerabilidad. Gayle Rankin, como Margot, añade una capa de complejidad al personaje, mostrando una inteligencia y una reserva que la convierten en una figura especialmente perturbadora.

El guion, coescrito por Levinson y Jake Shears, es la columna vertebral de la película. No se basa en giros argumentales sorprendentes, sino en la construcción gradual de la tensión a través de diálogos inteligentes y sutiles observaciones sobre la relación entre la familia y el mundo exterior. La película explora temas como la desconfianza, la búsqueda de significado en un mundo caótico y la fragilidad de la sociedad moderna, pero lo hace de una manera que es menos moralizante y más provocadora. La narrativa no ofrece respuestas fáciles, sino que se centra en la experiencia subjetiva de los personajes, dejando al espectador con la sensación de que lo que ha presenciado es, en sí mismo, una representación de la incertidumbre y el miedo. El uso del sonido y la música, que alterna entre silencias incómodas y piezas inquietantes, acentúa aún más el impacto emocional de la película.

En definitiva, “Lo dejo cuando quiero” es una experiencia cinematográfica memorable que se queda en la mente mucho después de que terminan los créditos. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que disfrutan de las películas que les hacen pensar y que desafían sus propias expectativas, es una obra maestra del thriller psicológico contemporáneo.

Nota: 8/10