Lo opuesto al sexo (1998)

“Lo opuesto al sexo” (The Opposite of Sex) no es una película que dejará grandes huellas en la memoria, pero tampoco es una decepción flagrante. El debut de Todd Haynes en dirección es un ejercicio de observación sutil y, a veces, inquietante sobre las dinámicas de género, la clase social y el deseo en el contexto de los Estados Unidos de los años 70. Haynes, con su habitual meticulosidad visual y sonora, construye un ambiente denso que, aunque lento para algunos, logra crear una atmósfera palpable de frustración y anhelo.

La historia, centrada en la relación entre Dedee (Sarah Polley) y Matt (Kyle MacLain), se enmarca en la búsqueda de Dedee por parte de su hermanastro Bill (Jeremy Davies) para que se distancie de su padre abusivo. La trama central, un triángulo amoroso con un giro inesperado de embarazo, es interesante pero carece de un desarrollo profundo. El guion, adaptado de una novela de Joan Didion, se centra más en la creación de personajes complejos y en el retrato de sus estados emocionales que en la construcción de una narrativa tradicionalmente dramática. Las conversaciones son a menudo largas y deliberadas, reflejando la reflexión filosófica y existencial que se busca en la película. Sin embargo, esto también puede resultar en momentos de tensión artificial, donde la introspección se convierte en un obstáculo para la acción.

Polley, en particular, ofrece una actuación admirable. Su Dedee es una joven rebelde y vulnerable, atrapada entre su deseo de independencia y su necesidad de afecto. Su interpretación captura la complejidad de un personaje que lucha por definir su identidad y por encontrar su lugar en el mundo. MacLain, como Matt, aporta una presencia magnética y una dulzura contenida que contrasta con la explosividad de Dedee. Davies, en el papel del profesor Bill, está bien interpretado, aunque su personaje no alcanza la misma profundidad que los otros dos. La relación entre Bill y Matt, a pesar de ser crucial para la trama, se siente a veces plana, carente de la chispa que podría haberla elevado.

La dirección de Haynes es impecable. La fotografía, con sus tonalidades pastel y su uso de la luz y la sombra, es particularmente destacable. El diseño de producción, que recrea con precisión el ambiente de la clase media americana de los 70, contribuye a la autenticidad de la película. La banda sonora, compuesta por Robert Flanagan y The Musicians, complementa la atmósfera melancólica y contemplativa de la historia. Pero quizás el mayor mérito de Haynes reside en su capacidad para sugerir más de lo que muestra, dejando al espectador con la sensación de que hay mucho por debajo de la superficie.

A pesar de sus defectos, "Lo opuesto al sexo" es una película que merece ser vista. Es una exploración valiente e inteligente de temas delicados y controvertidos, y un testimonio del talento de Todd Haynes como director. No es un melodrama convencional, sino más bien un estudio psicológico de las complejidades de la identidad y el deseo.

Nota: 7/10