Lo que cuenta es el final (1988)

“Lo que cuenta es el final” es, en esencia, un drama romántico con una pizca de comedia que, paradójicamente, no logra alcanzar la profundidad emocional que promete. La película, dirigida por Michael Winterbottom, se centra en la historia de Sarah (Carey Mulligan), una mujer de Nueva Jersey atrapada en la rutina de la maternidad y que, en secreto, dedica sus noches a perseguir su sueño de ser comediante en un club de Nueva York. El encuentro con Steven Gold (Paul Rudd), un humorista consolidado y con una vida pública muy distinta a la de Sarah, se convierte en el catalizador de una compleja y, a menudo, frustrante relación.

Winterbottom establece desde el principio una atmósfera de incomodidad y frustración que refleja la vida de Sarah. La dirección es precisa en el detalle, mostrando el desorden de su hogar, las preocupaciones de la maternidad y la constante sensación de estar viviendo una vida paralela. No obstante, la película tiende a enfocarse demasiado en la frustración de Sarah, descuidando un poco el desarrollo de su personaje como comediante. Aunque Mulligan ofrece una interpretación sólida, su actuación se centra principalmente en la exasperación y el anhelo, lo que a veces resulta en una representación unidimensional.

Paul Rudd, como siempre, aporta una presencia encantadora y un sentido del humor sutil. Su personaje, Steven Gold, se presenta como una figura casi irreal, un dios del stand-up que parece desconectado de las preocupaciones y complejidades de la vida cotidiana. La dinámica entre Sarah y Steven, en lugar de ser una exploración honesta de la atracción y las diferencias, se siente a veces artificial y predecible. El guion, por tanto, no profundiza lo suficiente en la razón detrás de la conexión entre ellos, limitándose a establecerla como un hecho conveniente para avanzar en la trama.

El ritmo de la película es irregular. Si bien las primeras escenas son efectivas en la creación de tensión y ambiente, la trama se estanca en medio de la película. Las escenas de comedia, en particular, carecen de la chispa que se espera de un club de comedia. La película se centra excesivamente en la disfuncionalidad de la relación y la frustración de Sarah, relegando a un segundo plano la ambición de convertirse en comediante, un elemento que podría haber aportado mayor interés y profundidad a la historia. La construcción de la voz de Sarah como comediante es notablemente escasa, lo que resta credibilidad a sus aspiraciones.

A pesar de sus defectos, “Lo que cuenta es el final” posee momentos de lucidez y sensibilidad. La película logra evocar la complejidad de las relaciones humanas, el peso de las expectativas sociales y la búsqueda personal de la felicidad. Sin embargo, la dirección y el guion no logran consolidar una narrativa completa y satisfactoria. La película, en definitiva, es un esfuerzo interesante pero imperfecto que podría haber sido mucho más.

Nota: 6/10