Lo que hacemos en las sombras (2014)

“Lo que hacemos en las sombras” (What We Do in the Shadows) es, en esencia, una comedia que explora la premisa de las series de vampiros contemporáneas con una sorprendente dosis de ingenio y una mirada agridulce a la condición de ser eterno. La película no se toma a sí misma demasiado en serio, abrazando su naturaleza absurda y entregando momentos genuinamente hilarantes, aunque carece de la profundidad emocional que podría haber elevado la experiencia. La dirección de Jemaine Clement y Taika Waitangi es inteligente y precisa, sabiendo equilibrar la atmósfera de oscuridad y humor negro con una naturalidad que facilita la inmersión del espectador.

La película se basa en un concepto intrínsecamente divertido: tres vampiros centenarios, acostumbrados a la caza de sangre en un mundo donde los humanos les temen, intentan integrarse en la sociedad moderna de Nueva Zelanda. Esta adaptación, lejos de ser un ejercicio de comedia fácil, es el núcleo de la película. Observar cómo estos seres ancestrales luchan con las banalidades de la vida cotidiana –pagar el alquiler, limpiar el piso, socializar– genera situaciones cómicas y a menudo incómodas. La película no se limita a la comedia física; explora la alienación, la soledad y la dificultad de mantener relaciones cuando uno vive mucho más que nadie. La presencia de Nick, el nuevo vampiro, es la chispa que enciende esta reflexión.

Las actuaciones son excelentes. Taika Waitangi, que también interpreta a Viago, demuestra una versatilidad impresionante, oscilando entre el sarcasmo descarado y momentos de vulnerabilidad sorprendente. Vic Morrow, Jonathan Brugh y Matt Berry ofrecen interpretaciones sólidas y memorables, cada uno aportando un matiz particular al personaje. El dúo de Matt Berry como Vladislav y Jonathan Brugh como Deacon es especialmente brillante, creando una dinámica de amistad y rivalidad que aporta gran parte del humor y la tensión dramática de la película.

El guion, aunque divertido y original, se siente algo apresurado en algunos momentos. Las subtramas, como la relación de Viago con una mujer humana, podrían haberse desarrollado con más profundidad. Sin embargo, la película logra mantener el ritmo y no se pierde en detalles innecesarios. La comedia se siente natural y orgánica, surgendo de las interacciones entre los personajes y de sus intentos de adaptarse a un mundo que ya no les pertenece. El tono general es ligero y refrescante, evitando caer en clichés del género y ofreciendo una visión poco convencional de los vampiros. La película logra, en definitiva, ser una comedia inteligente, original y entretenida, que celebra la amistad, la familia y la búsqueda de significado en la vida, incluso si esa vida es eterna.

Nota: 7.5/10