“Lobezno inmortal” no es simplemente una secuela; es un ejercicio de nostalgia cuidadosamente orquestado y, a pesar de algunas fallas, un regreso satisfactorio al universo de X-Men. Regresar a Japón, un lugar que no había tenido un protagonismo significativo en las entregas previas, es una decisión acertada que aporta una frescura y un ambiente cultural vibrante, contrastando enormemente con la sombría atmósfera de “La decisión final”. La película se aleja, afortunadamente, de la desesperación existencial que dominaba la trama anterior, ofreciendo una historia más centrada en personajes y la resolución de un conflicto con una clara estructura narrativa.
Hugh Jackman continúa demostrando ser el corazón de la franquicia. Su Lobezno es complejo, atormentado por su inmortalidad y cargado de un peso emocional considerable. Jackman aporta una profundidad y una vulnerabilidad a este personaje que lo distinguen de tantos superhéroes. La película le brinda la oportunidad de explorar su pasado, su sentido de la pérdida y su necesidad constante de redención. Su relación con el anciano Shiro (Ryo Nishikido), un antiguo samurái con quien salvó la vida hace años, es el eje central del conflicto y proporciona momentos de genuina emoción. La química entre Jackman y Nishikido es la piedra angular de la película, ofreciendo un contrapunto sutil pero efectivo a la acción y la espectacularidad visual.
La dirección de Bryan Singer ha recuperado el equilibrio narrativo que parecía haberse perdido en las películas anteriores. Se aprecia un ritmo más pausado, con escenas de contemplación que permiten al espectador conectar con los personajes. La estética japonesa, capturada con una belleza visual impresionante, no solo sirve como telón de fondo, sino que también se integra en la trama, influyendo en las tácticas y la filosofía de los personajes. Sin embargo, a pesar de esta mejora, el guion presenta algunos puntos débiles. El conflicto con la yakuza, aunque prometedor, se siente a veces simplificado, recurriendo a clichés del género de gánsteres. Además, algunas subtramas, como las relacionadas con la familia de Wolverine, se sienten apresuradas y carentes de desarrollo adecuado. La trama principal, aunque sólida, podría haber sido enriquecida con más complejidad y matices.
La acción, siempre un punto fuerte de la saga X-Men, está bien coreografiada y visualmente espectacular. Las secuencias de lucha incorporan elementos del arte marcial japonés, creando un espectáculo vibrante y convincente. Sin embargo, la utilización de efectos visuales, aunque de alta calidad, a veces resulta excesiva, sacrificando la naturalidad y la credibilidad de las escenas de batalla. Es preferible que la espectacularidad sirva para realzar la acción, no para enmascarar la falta de desarrollo de los personajes y la trama.
En definitiva, “Lobezno inmortal” es una secuela que honra el legado de la saga X-Men, ofreciendo una historia que, si bien no alcanza la excelencia de las primeras entregas, recompensa la fidelidad de los fans y ofrece una experiencia cinematográfica entretenida. Es un homenaje al personaje de Wolverine y una reflexión sobre la búsqueda de la redención, incluso en la inmortalidad.
Nota: 7/10