Locuras de muchachos (1993)

“Locuras de muchachos” no es simplemente una película; es un viaje en el tiempo, una fotografía agridulce de una Estocolmo del principio del siglo XX impregnada de pobreza, prejuicios y una chispa de inocencia infantil. Basada en la novela autobiográfica de Roland Schutt, la película, dirigida con maestría por Lasse Hallström, no solo recrea un período histórico específico, sino que construye un relato emocionalmente resonante sobre la infancia, la discriminación y la búsqueda de la identidad.

El guion, adaptado con sensibilidad por Schutt y el equipo de guionistas, evita caer en melodramáticas caricaturas. La historia de Anton, interpretado con una autenticidad conmovedora por Mathilda Nilsson, se desarrolla con un ritmo pausado y reflexivo que permite al espectador sumergirse en su mundo interior. El guion captura la crudeza de la vida en un barrio marginal, donde la pobreza y la falta de oportunidades son la norma. La película no glorifica la pobreza, sino que la presenta como un factor determinante en la vida de Anton, y cómo éste, a pesar de ello, intenta aferrarse a su alegría y a su imaginación.

La dirección de Hallström es impecable. Evita el sentimentalismo excesivo y se centra en la observación detallada de los personajes y su entorno. La fotografía, con una paleta de colores apagados y atmósferas densas, refleja la realidad dura de la época, pero también captura la luz dorada que emana de la vitalidad de Anton. El uso de la cámara es especialmente efectivo al mostrar el mundo desde la perspectiva de un niño, con encuadres bajos y planos que enfatizan su estatura y su inexperiencia.

Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Mathilda Nilsson es asombrosa en el papel principal, logrando transmitir la vulnerabilidad y la fortaleza de Anton con una sutilidad impresionante. El resto del reparto, que incluye a actores como Stellan Skarsgård y Björn Wendell Johanssen, ofrece interpretaciones sólidas y creíbles, llenando el universo de Anton con personajes secundarios que, a pesar de su brevedad en pantalla, son memorables. Se nota que los actores comprendieron la importancia de la autenticidad y de la humildad al interpretar a personajes de una época y de una clase social tan diferentes a la nuestra.

Sin embargo, la película no está exenta de pequeñas fallas. Algunas escenas podrían haberse alargado para profundizar en la relación de Anton con sus amigos o en el impacto de los prejuicios sociales en su vida. No obstante, estas pequeñas irregularidades no restan valor al impacto general de la película. “Locuras de muchachos” es una película que te deja pensando mucho después de que termine la proyección, invitándote a reflexionar sobre la importancia de la tolerancia, la aceptación y el valor de la infancia. Es un recordatorio poderoso de que, incluso en las circunstancias más difíciles, la imaginación y la alegría pueden ser un refugio y una fuente de esperanza.

Nota: 8.5/10