London Fields (2018)

“London Fields” es, sin duda, una de las películas más controvertidas y polarizantes de los últimos años. Dirigida por John Madden, es una obra densa, visualmente deslumbrante y emocionalmente agotadora que exige una participación activa del espectador. No es una película para dejarse llevar por la trama; exige ser analizada, debatida y, quizás, incluso incomoda.

La historia de Nicola Six, interpretada magistralmente por Meg Ryan, es fascinante pero profundamente perturbadora. Ryan, en un papel que la aleja notablemente de su imagen habitual de actriz romántica, ofrece una actuación incisiva y llena de matices. Su Nicola es una mujer compleja, vulnerable y peligrosa al mismo tiempo. Es innegable que la fuerza de su personaje radica en su ambigüedad moral; nunca se sabe si está actuando por necesidad, por deseo o por pura maldad. La química con Steve Martin, quien interpreta a un escritor en crisis existencial con una obsesión enfermiza por Nicola, es notable. Martin, a menudo relegado a roles cómicos, aquí aporta una vulnerabilidad sorprendente y una inquietante intensidad.

Madden despliega un estilo visual peculiar y cautivador. La película está saturada de colores vibrantes, escenarios lujosos y una fotografía rica que evoca tanto el glamour de los años 50 como la decadencia moral que impregna la trama. El uso del color, especialmente el rojo, se convierte en un leitmotiv, anticipando y subrayando la violencia y la fatalidad que acechan a todos los personajes. El diseño de producción es impecable, recreando con notable precisión un Londres que parece a la vez antiguo y moderno, opulento y miserable.

Sin embargo, el guion, adaptado de la novela homónima de Colin Wilson, es donde la película más resiente. Aunque la idea central es intrigante, la trama se complica de manera excesiva, introduciendo personajes secundarios y subtramas que, en última instancia, contribuyen a una sensación de desorden narrativo. La película se pierde a menudo en la contemplación existencial, la exploración de la psicología de los personajes y la crítica a la sociedad moderna, lo que resulta en escenas largas y lentas que, si bien tienen intención, no logran conectar emocionalmente con el espectador. El final, particularmente, es confuso y, para muchos, insatisfactorio, dejando demasiadas preguntas sin respuesta.

No obstante, “London Fields” es una película que permanece en la mente después de verla. Es una obra que invita a la reflexión sobre temas como la obsesión, el amor, la muerte y la naturaleza humana. Aunque su ejecución es imperfecta, su ambición y su singularidad la convierten en una experiencia cinematográfica memorable, incluso si no siempre gratificante. Es un cine que desafía al espectador y, a pesar de sus fallas, merece ser vista por aquellos interesados en explorar la oscuridad del alma humana.

Nota: 6.5/10