Los ángeles exterminadores (2006)

“Los ángeles exterminadores” (Angel Heart) es, a juzgar por su temático núcleo y su ejecución visual, una película que se aferra a la oscuridad del alma humana con una intensidad casi enfermiza. Wayne Huyser, el director de la película, se abre a un territorio moralmente ambiguo, donde la búsqueda de placer y la confrontación con la propia podredumbre interna se entrelazan de manera inquietante. La película no busca ofrecer respuestas fáciles, sino plantear interrogantes que persiguen al espectador mucho después de que los créditos finales han pasado.

La dirección de Michael Mann es, como es habitual en su filmografía, impecable. Crea una atmósfera opresiva, cargada de simbolismo y sugerencias visuales. La fotografía, con su paleta de colores apagados y la utilización de la luz y la sombra, contribuye a intensificar esa sensación de melancolía y decadencia. Mann sabe utilizar el espacio – los claustrofóbicos hoteles, los callejones sin salida, los baños de oníricos ambientes – para amplificar la sensación de aislamiento y desesperación de François. No se trata de un despliegue técnico ostentoso, sino de una herramienta narrativa que apoya la historia y acentúa la atmósfera. La banda sonora, aunque discreta, se integra a la perfección con la estética visual, generando un efecto de eco inquietante que acompaña al espectador a lo largo de la película.

La actuación de Robert De Niro como el detective John Hobbes es, sencillamente, magistral. Hobbes es un personaje atormentado por su pasado y con una moralidad a doble filo. Su interpretación es sutil pero poderosa, transmitiendo una mezcla de cansancio, dolor y una especie de resignación fatalista. Robin Williams, en el papel de François, ofrece una actuación igualmente convincente, mostrando la gradual e implacable desintegración de un hombre que se deja llevar por sus deseos más oscuros. La química entre los dos actores es notable, creando un dinámico equilibrio entre la desesperación y la manipulación.

El guion, escrito por Jay Hopkin, es la verdadera joya de la corona. La trama, inicialmente aparentemente sencilla – un detective contratado para encontrar a un hombre desaparecido – se convierte en un laberinto psicológico que explora temas como la memoria, la identidad, la pérdida y la corrupción. La película se nutre de referencias literarias, especialmente a Edgar Allan Poe, lo que le confiere un aire gótico y una sensación de fatalidad inminente. Si bien algunos diálogos pueden resultar un tanto artificiosos, la narrativa general es inteligente y provocadora. La película no rehuye las ambigüedades y deja al espectador con la tarea de interpretar el significado de los acontecimientos y las motivaciones de los personajes.

La película, sin duda, no es para todos los gustos. Su ritmo pausado, su atmósfera sombría y su temática perturbadora pueden resultar demasiado densos para algunos espectadores. Sin embargo, para aquellos que disfrutan del cine que invita a la reflexión y que no temen confrontarse con la oscuridad del alma humana, “Los ángeles exterminadores” es una experiencia cinematográfica inolvidable. Es una obra que se queda grabada en la memoria.

Nota: 8/10