Los aristócratas del crimen (1975)

“Los Aristócratas del Crimen” (The Driver’s License), dirigida por Walter Hill, no es precisamente una obra maestra que redefine el género de acción, pero sí ofrece una experiencia visceral y estilizada que merece la pena ser revisita para aquellos con un paladar particular. Hill, un maestro del cine de acción de los 70 y 80, regresa con una cinta que recuerda, en espíritu y en estética, a sus trabajos más icónicos, pero que, lamentablemente, no alcanza la complejidad narrativa ni la profundidad emocional de “Blind Fury” o “The Driver”.

La película se centra en Mike (James Caan), un asesino a sueldo retirado, y George (Robert Duvall), un veterano de la CIA con quien mantiene una amistad tensa y cargada de desconfianza. La trama, aunque sencilla, se sirve de una serie de eventos fortuitos que los empujan a enfrentarse en una espiral de violencia. La tensión, sin embargo, no siempre es palpable, a pesar de las buenas intenciones de Hill. La película se basa en largas escenas de confrontación, en duelos a muerte que, aunque coreografiadas con maestría por el equipo de coreografía de Hong Son, se sienten algo repetitivas y lentas. El ritmo, por tanto, es un problema constante; se podría haber aprovechado la tensión para desarrollar mejor las motivaciones de los personajes y las consecuencias de sus actos.

Las actuaciones son sobresalientes. James Caan, en particular, ofrece una interpretación convincente como Mike, un hombre marcado por su pasado y atormentado por la culpa. Su mirada, llena de melancolía y desesperación, es la clave para entender la complejidad del personaje. Robert Duvall, como siempre, es un maestro del understatement, interpretando a George con una serenidad glacial que contrasta con la violencia que desencadena. El resto del elenco secundario, aunque competente, no alcanza el mismo nivel de profundidad.

Desde el punto de vista visual, la película es un triunfo. Walter Hill vuelve a demostrar su amor por la estética del cine de acción clásico, utilizando una paleta de colores sóstic y una fotografía que enfatiza la oscuridad y la violencia. Las secuencias de acción, coreografiadas con una precisión impecable, son espectaculares y llenas de dinamismo. La banda sonora, compuesta por Jan Hammer, es igualmente memorable y contribuye a crear una atmósfera de suspense y tensión. Sin embargo, la dirección de arte, si bien evocadora, se queda en un estilismo superficial, sin explorar las posibles implicaciones sociales o políticas de la trama.

En definitiva, “Los Aristócratas del Crimen” es un ejemplo de cine de acción pulido y estilizado que, a pesar de sus defectos narrativos, se beneficia de las sólidas actuaciones, la dirección de arte impecable y la memorable banda sonora. No es un hito del género, pero sí un disfrutable entretenimiento para los amantes del cine de acción clásico. Es una película que, por su estética y su atmósfera, merece ser vista por aquellos que aprecian el cine con un enfoque diferente.

Nota: 7/10