Los bárbaros (1987)

“Los bárbaros” no es simplemente una película de fantasía épica; es un espectáculo cinematográfico que se erige como un monumento a la estética y a la ambición visual. La película, dirigida por Werner Herzog, despliega un universo brutal y desolado, un paisaje inverosímil forjado en la inmensidad de la Patagonia argentina, que se siente tan real y tangible como si fuera una extensión de la propia tierra. Herzog, a su manera característica, no se conforma con la mera narración, sino que se sumerge por completo en la atmósfera, invitando al espectador a compartir la desolación, la soledad y la incesante lucha de sus personajes.

La historia, centrada en la búsqueda de la reina Canary por parte de sus dos hijos, es elemental en su concepción, pero lo que realmente la eleva es la forma en que Herzog la presenta. La película se mueve a un ritmo pausado, deliberadamente lento, que se alinea perfectamente con la naturaleza inhóspita del entorno y con la fragilidad de los personajes. La tensión no se construye a través de explosiones o persecuciones frenéticas, sino a través de la observación, la anticipación y la minuciosa descripción de los detalles, de las intenciones ocultas y de las relaciones complejas que se gestan entre los personajes. La idea de la peregrinación, de la búsqueda de un objeto que representa la supervivencia de una cultura, se explora con una profundidad inesperada.

Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Irene Vaisman como Canary, quien encarna la fortaleza, la sabiduría y la vulnerabilidad de una reina que lucha por mantener viva su tribu. Su mirada, llena de tristeza y determinación, es el motor emocional de la película. Rodrigo de la Serna, como los hermanos, ofrece una interpretación igualmente poderosa, capturando la desesperación, la lealtad y el coraje con una sutileza admirable. El resto del elenco secundario, compuesto por un grupo de actores locales, contribuye a la autenticidad y al realismo de la representación. No se trata de actores con un glamour hollywoodense, sino de personas que han crecido y vivido en ese entorno, lo que se traduce en una verdad palpable en sus expresiones y movimientos.

Desde el punto de vista técnico, “Los bárbaros” es una obra maestra. La cinematografía de von Stroheim es impresionante, con planos largos y movimientos de cámara que permiten apreciar la belleza salvaje del paisaje y la monumentalidad de la construcción. La banda sonora, compuesta por Cristian Vogel, es evocadora y contribuye a la sensación de aislamiento y desolación. El diseño de producción es impecable, recreando un mundo preindustrial crudo y auténtico. No obstante, es importante reconocer que la lentitud del ritmo puede no ser del gusto de todos los espectadores, y algunos podrían encontrarla tediosa o incluso frustrante. A pesar de ello, “Los bárbaros” es una experiencia cinematográfica inmersiva y conmovedora, una reflexión sobre la supervivencia, la identidad y el destino de un pueblo olvidado.

Nota: 8/10