Los búfalos de Durham (1988)

“Los búfalos de Durham” es una comedia que, a pesar de las expectativas iniciales, logra plantar una sonrisa en la cara del espectador, aunque no llega a ser una obra maestra del género. La película, dirigida por Taika Waititi (sí, el mismo de “Jojo Rabbit”), no es solo un relato sobre una animadora entusiasmada con la instrucción sexual en el campo de béisbol, sino una reflexión, a su manera, sobre el paso del tiempo, la juventud y la inevitabilidad de la experiencia. Waititi, conocido por su estilo particular, consigue un equilibrio entre el humor absurdo y momentos de genuina ternura, lo que resulta a la vez refrescante y, en algunos momentos, desconcertante.

La historia, aunque sencilla, se centra en la tensa relación entre Robbie (Robbins), un joven y apocado jugador de béisbol, y Annie (Sarandon), la animadora del equipo local. Annie, una mujer madura, segura de sí misma y con una mirada que transfiere confianza, tiene el peculiar hábito de elegir a un jugador para “educarle” en la vida, tanto en el terreno del juego como en el ámbito personal. El contraste entre la frescura de Robbie y la sabiduría (y el cinismo) de Annie es, desde el principio, un motor narrativo fascinante. Sarandon, en particular, ofrece una actuación sutil pero poderosa, aportando un peso emocional y un matiz de ironía que elevan la complejidad del personaje.

La dirección de Waititi es impecable. Sus habituales efectos visuales y su uso del color, aquí adaptados a la atmósfera veraniega del sur de Estados Unidos, son geniales, aunque a veces ligeramente excesivos. El ritmo, en general, es pausado y contemplativo, permitiendo al espectador absorber la dinámica entre los personajes. Sin embargo, el guion, aunque entretenido, podría haber profundizado más en la motivación de Annie, explorando las razones detrás de su peculiar costumbre. La película se contenta con mostrarla como una figura enigmática, sin entregar demasiada información sobre su pasado o sus motivaciones.

Robbins, como Robbie, también ofrece una actuación convincente, aunque su personaje, en definitiva, es relativamente plano. Su inocencia y vulnerabilidad contrastan fuertemente con la actitud pragmática y a menudo cínica de Annie. La química entre Sarandon y Robbins es uno de los puntos fuertes de la película. Se produce una conexión genuina entre ellos, que se basa tanto en el humor como en la comprensión mutua. La película, en última instancia, no pretende ofrecer respuestas fáciles; más bien, sugiere que el aprendizaje, el crecimiento y la conexión humana pueden encontrarse en los lugares más inesperados, incluso en un equipo de béisbol de una pequeña ciudad.

Nota: 7/10