Los chicos del maíz (1984)

“Los Chicos del Maíz” es una película que, sin duda, deja una huella. No es una joya cinematográfica, ni tampoco una obra maestra que definirá el género de terror, pero sí logra crear una atmósfera de inquietud y desesperación que permea cada fotograma. La premisa, una joven pareja perdida en un entorno rural y acechada por niños poseídos, es inherentemente perturbadora, y el director, el Taiki Waititi, la explota con maestría, aunque no siempre con la sutileza que podría haber elevado la experiencia.

Lo que realmente funciona en “Los Chicos del Maíz” es el diseño de producción y la dirección de fotografía. Los campos de maíz, omnipresentes y gigantescos, se convierten en la verdadera amenaza de la película. La luz, el color y el movimiento de estos campos generan una sensación constante de claustrofobia y desorientación. La puesta en escena es excepcionalmente efectiva, utilizando los espacios abiertos del campo para crear una sensación de vulnerabilidad y la proximidad de un peligro inminente. La película sabe jugar con la perspectiva, donde el maíz se vuelve casi tangible, una amenaza que se cierne sobre los personajes. Sin embargo, a veces esta estética, tan centrada en la inmensidad del campo, eclipsa ligeramente el desarrollo de los personajes y la trama.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Sam Worthington, quien interpreta al padre perdido. Su desesperación y determinación son palpables, y su evolución a lo largo de la película es convincente. Hay momentos en los que su personaje se siente como la única voz de la razón en medio del caos, luchando contra la locura y la desesperación. Chloe Grace Moretz también ofrece una interpretación decente, aunque su personaje, Sarah, a veces se siente un tanto unidimensional. La película, sin embargo, se centra menos en explorar la psicología de los niños poseídos y más en la supervivencia de los protagonistas. No se profundiza en el origen de la posesión, que se presenta como un misterio casi inmediato, lo que, aunque mantiene la tensión, resulta algo superficial.

El guion, escrita y dirigida por Waititi, se mueve a un ritmo pausado, deliberadamente lento. Esto, para algunos, será un punto fuerte, permitiendo construir la atmósfera y el suspense gradualmente. Para otros, puede resultar tedioso y, en ciertos momentos, la película pierde el ritmo, derivando en escenas repetitivas. La historia se desarrolla con una lógica interna, pero carece de la complejidad narrativa que podría haberle dado mayor profundidad. El humor negro, presente en la obra de Waititi, a veces se siente forzado e incómodo, contrastando con la seriedad de la situación. No se atreve a ser realmente perturbadora; se limita a sugerir la oscuridad que se esconde en la noche.

En definitiva, “Los Chicos del Maíz” es una película que cumple su cometido de generar inquietud. Ofrece una estética visualmente impactante y actuaciones decentes, pero se queda corta en cuanto a guion y desarrollo de personajes. Es un entretenimiento distendido, recomendable para aquellos que disfruten del cine de terror atmosférico, pero que no esperen una experiencia cinematográfica trascendental.

Nota: 6/10