Los comancheros (1961)

“Los Comancheros” (1963) es un fascinante, aunque a veces torpe, viaje al corazón del Salvaje Oeste, orquestado magistralmente por el veterano Michael Curtiz. La película no pretende ser una epopeya épica, sino más bien una historia de honor, venganza y la compleja moralidad que permeaba las fronteras de América. Es una película que, a pesar de su edad, conserva un encanto particular, impulsado por la mirada experta de un director que ya estaba sintiendo el peso de los años, pero que aún conservaba la chispa para contar historias contundentes.

Curtiz, quien ya había demostrado su dominio de la narrativa visual en “Casablanca”, aplica su peculiar estilo a este wéstern, priorizando la energía y el movimiento sobre la grandilocuencia. La película está repleta de persecuciones trepidantes, tiroteos ingeniosos y un ritmo frenético que, en su mayoría, funciona a la perfección. La fotografía de Joseph H. Leonard, con sus paisajes desérticos y áridos, contribuye enormemente a la atmósfera de dureza y supervivencia que define el género. Sin embargo, es en la dirección de los planos, la composición y el uso del silbido y la música, donde se aprecia la maestría de Curtiz. Su habilidad para situar la cámara en el punto justo, creando momentos de tensión y drama sin necesidad de diálogos rebuscados, es una de las mayores virtudes de la película.

La película no se basa tanto en una trama compleja, sino en la construcción de personajes con motivaciones sólidas. Lee Marvin, en su breve pero memorable actuación como “Devil” Jack McCall, personifica la maldad cruda y sin justificación. Su retrato es escalofriante y, se podría decir, un sutil presagio de la interpretación icónica de Liberty Valance. La química entre Marvin y el siempre fiable Vincent Romano, que interpreta a Jake Cutter, es palpable y añade una capa de credibilidad a la dinámica entre el ranger y el forajido. Aunque la historia es sencilla, las actuaciones son convincentes y memorables. Se nota que Curtiz supo identificar y explotar el talento de sus actores.

El guion, escrito por un equipo de varios autores, a veces se siente un tanto predecible y, en ocasiones, se adentra en clichés del género. No obstante, la película logra mantener el interés gracias a su ritmo implacable y a su enfoque en los elementos esenciales del salvaje oeste: el honor, la justicia y la lucha por la supervivencia. La película se acerca, sin duda, a menudo, al melodrama, pero la ejecución es lo que la hace cautivadora. También es importante destacar que la película, con una producción considerarse relativamente ambiciosa, lograba transmitir la pobreza y la brutalidad de la época.

En definitiva, “Los Comancheros” es un wéstern clásico que, a pesar de sus defectos, merece la pena ser vista. Es una joya cinematográfica que celebra el legado de Michael Curtiz y que, con una banda sonora memorable y un elenco talentoso, ofrece una experiencia visual y auditiva gratificante.

Nota: 7/10