Los depredadores (2020)

“Los Depredadores” (1977) de Dario Argento no es una simple película de terror; es una disección psicológica, una lente oscura y perturbadora sobre la hipocresía, la ambición y el miedo que acecha bajo la fachada de la civilización. Argento, conocido por sus efectos especiales vanguardistas para la época y su dominio del suspense, aquí va más allá de la mera atmósfera opresiva, construyendo un relato inquietante que persiste mucho después de que los créditos finales se despliegan.

La trama, aparentemente sencilla - un vendedor de relojes y la exhumación de Nietzsche - sirve como un catalizador para una exploración de las dinámicas de poder en Roma. La película se nutre de la tensión entre las familias Pavone y Vismara, dos grupos sociales que representan polos opuestos: la burguesía intelectual y el fascismo. La dirección de Argento es impecable; utiliza la iluminación, especialmente el uso de colores oscuros y contrastes dramáticos, para amplificar la sensación de paranoia y desasosiego. El uso del “slow-motion” no es solo un truco visual, sino una herramienta narrativa que ralentiza el tiempo, permitiendo al espectador contemplar el horror con una lentitud que intensifica el terror.

El guion es, sin duda, el núcleo de la película. Argento, junto con Enzo Ungher, construye un relato circular y enigmático. La exhumación de Nietzsche, un acto aparentemente ritualístico, se entrelaza con los motivos ocultos de los personajes. La película no ofrece respuestas fáciles; en su lugar, plantea preguntas sobre la naturaleza humana, la verdad y la dificultad de conocer a las personas. El personaje de Paolo (Giancarlo Giannini) es particularmente fascinante. Su aparente ingenuidad y sus acciones erráticas revelan una profundidad y un cinismo ocultos, convirtiéndose en un símbolo del caos y la desconfianza que impregna la historia. Las interpretaciones son sólidas, con un Giannini particularmente convincente en su papel de hombre atormentado y manipulador.

Sin embargo, no se puede ignorar la carga retrospectiva que la película conlleva. Escrita en plena década de 1970, “Los Depredadores” es una reflexión sobre el miedo a la subversión, la amenaza del terrorismo de extrema derecha y el declive de la moralidad. La película, aunque hoy puede resultar un tanto excesiva en su dramatismo y en la abundancia de sus efectos especiales, mantiene su poder inquietante. La maestría de Argento reside en su capacidad para crear una atmósfera de opresión y desasosiego, donde el espectador nunca está seguro de lo que es real y lo que es producto de la imaginación. Es un clásico del cine de terror que merece ser revisitado no solo por su valor histórico, sino por su resonancia psicológica y su capacidad para generar un estado de inquietud duradero.

Nota: 8/10