Los fantasmas atacan al jefe (1988)

“Los fantasmas atacan al jefe” (Ghostbusters) es mucho más que una simple secuela de la icónica película de 1984; es una explosión de color, humor y nostalgia cuidadosamente calibrada para el público adulto que recuerda con cariño aquella original y para aquellos jóvenes que descubren su encanto por primera vez. Paul Feig, director y guionista, logra un equilibrio sorprendente entre la parodia y la genuina emotividad, creando una comedia fantástica que, sorprendentemente, no cae en la simple imitación. El guion, adaptado de “Un Cuento de Navidad” de Charles Dickens, es considerablemente más complejo de lo que se podría esperar, ofreciendo a los fantasmas personajes y motivaciones que van más allá del cliché del espíritu vengativo. El problema de Ebenezer, en este caso, no solo radica en la muerte injusta de su esposa, sino en una profunda sensación de soledad y un anhelo desesperado por redención, lo que le otorga una carga emocional inesperadamente conmovedora.

La dirección de Feig se distingue por su dinamismo y su evidente placer por la puesta en escena. La película está inundada de planos rápidos, efectos visuales vibrantes y una banda sonora pegadiza que elevan el ambiente festivo y contribuyen al ritmo frenético de la trama. El uso del color es particularmente notable, con una paleta rica y saturada que refleja la exuberancia de la época navideña, pero también la personalidad ambivalente del protagonista, Frank Cross. Sin embargo, es en las actuaciones donde “Los fantasmas atacan al jefe” realmente brilla. Bill Murray ofrece una interpretación magistral de Frank Cross, capturando a la perfección su cinismo, su miseria y, eventualmente, su redención. Su mirada, a menudo vacía y desconfiada, es el centro de la película y, a pesar del excesivo material que debe procesar, su actuación es consistentemente brillante. La compañía de Murray está igualmente bien dotada, con Maggie Giolito como la encantadora y divertida Molly, y Sean Patton como el excéntrico compañero de trabajo. La química entre estos actores es palpable y contribuye significativamente al humor de la película.

La película no es perfecta, por supuesto. El ritmo, a veces, puede resultar excesivamente rápido, dificultando la conexión emocional con algunos personajes secundarios. Algunas de las bromas, si bien entretenidas, no logran elevarse por encima de la simple imitación. Sin embargo, estos pequeños defectos son fácilmente eclipsados por la alegría general que emana de la pantalla. “Los fantasmas atacan al jefe” es una carta de amor a la película original, un tributo a la época navideña y, sobre todo, una comedia de fantasmas que consigue ser a la vez inteligente y divertida. Es una película que celebra la bondad, la compasión y, al final, el poder de la segunda oportunidad. La habilidad de Feig para revitalizar un clásico con un toque moderno y una dosis saludable de humor es digna de elogio. No es un capricho navideño, sino una obra que merece ser vista y disfrutada.

Nota: 7.5/10