“Los fantasmas de mis exnovias” (GHOSTS OF MY EXES) no es, ni mucho menos, una película que vaya a revolucionar el género de terror paranormal o a dejar una huella imborrable en la historia del cine. Sin embargo, se trata de una experiencia cinematográfica peculiar, que, gracias al peculiar carisma de Matthew McConaughey, logra ser sorprendentemente entretenida y, en ocasiones, incluso inquietante. La película se centra en Connor Mead, un fotógrafo exitoso y aparentemente despreocupado, cuya vida se ve sacudida por la aparición del fantasma de una exnovia que, para su horror, se manifiesta en las bodas de sus hermanos.
La dirección de Ben Laurents es funcional, aunque le falta un toque más audaz. Se centra en crear una atmósfera de inquietud constante, empleando la fotografía oscura y los planos cerrados para acentuar la sensación de aislamiento y paranoia que experimenta Connor. No se atreve a romper con la lógica del terror psicológico, ni a ofrecer explicaciones fantásticas o soluciones fáciles para el problema. Este enfoque, aunque deliberado, puede resultar algo aburrido para aquellos que buscan thrillers sobrenaturales más convencionales. La película se vale de la sugestión más que de sustos repentinos, y eso es, en gran medida, a favor de su atmósfera lúgubre. La banda sonora, constante y sutil, contribuye significativamente a esta sensación de permanencia en una zona de sombras.
La actuación de Matthew McConaughey es, sin duda, el punto fuerte de la película. Convierte a Connor en un protagonista fácil de empatizar, un hombre solitario y algo desequilibrado, que lucha contra sus demonios internos y, aparentemente, contra un fantasma. McConaughey ofrece una interpretación magistral, transmitiendo con sutileza la creciente desesperación y el miedo de su personaje. El resto del elenco, aunque competente, se queda algo en el segundo plano. No obstante, destacaría la interpretación de Rebecca Rodríguez como la exnovia, Olivia, quien logra darle una cualidad inquietante y vulnerable al espectro que representa. La química entre McConaughey y Rodríguez es clave para que la relación entre los dos personajes sea creíble y conmovedora, incluso en el contexto de una situación tan extraña.
El guion, aunque tiene un concepto interesante, es quizás su mayor debilidad. La historia se desarrolla de forma un tanto lenta, con un ritmo pausado que no siempre es del gusto del espectador. Aunque la premisa es intrigante, la ejecución carece de profundidad y algunos diálogos resultan artificiosos. La película se aferra a la idea de la "reencarnación" y el "amor eterno", pero no profundiza lo suficiente en estos temas, limitándose a ofrecer un tratamiento superficial. A pesar de ello, la película mantiene un cierto nivel de originalidad, evitando caer en clichés del género paranormal y explorando la psicología de los personajes de una manera relativamente honesta. El final, aunque abierto a la interpretación, es satisfactorio y deja al espectador con la sensación de que la historia de Connor está lejos de terminar.
Nota: 6.5/10