Los hijos de Hitler (1943)

“Los hijos de Hitler” (1939) es un melodrama de intriga y suspense que, a pesar de su evidente arraigo en el clima político y social de la Alemania nazi, se ve empañada por una ejecución que, en retrospectiva, resulta algo torpe y decepcionante. La película, dirigida con cierta maestría por Vincent Sherman, explora la tensión entre dos mundos contrastantes: la escuela americana, símbolo de libertad e idealismo, y la escuela de las Juventudes Hitlerianas, fervientemente dedicada a la propaganda y al indoctrramiento. Esta dicotomía no solo sirve como telón de fondo, sino que se convierte en la clave para un drama personal que, aunque predecible, logra generar cierta empatía.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Kent Smith, interpretando al profesor Nichols, aporta un aire de intelectualidad y humanidad que contrasta notablemente con la atmósfera cada vez más opresiva del régimen. Es un hombre que cree en la educación como motor de progreso, pero que se enfrenta a la creciente influencia del fascismo. Bonita Granville, como Anna Muller, se muestra vulnerable y decidida, atrapada entre la lealtad a su familia y sus ideales. Sin embargo, la dinámica entre Nichols y Anna no se siente particularmente convincente; la química entre los actores, aunque palpable, no alcanza a trascender lo meramente superficial. La película, sin embargo, se beneficia de actuaciones secundarias destacadas, especialmente la de Walter Pidgeon como el director de la escuela hitleriana, Herr Steiner, un hombre frío y calculador que encarna la ambición y la deshumanización del régimen.

El guion, escrito por Edwin Arnold y basado en la novela de Eric Linklater, presenta un ritmo deliberado, marcado por una atmósfera de suspenso constante. Se centra en la investigación de un asesinato y en las secuelas que esto desata, utilizando este incidente como catalizador para exponer las diferencias ideológicas y las tensiones internas del país. No obstante, el desarrollo de la trama no siempre es especialmente brillante. La resolución del misterio resulta un tanto artificiosa y, en última instancia, un tanto inverosímil. El guion, además, carece de la profundidad psicológica que podría haber elevado la película, dejando a algunos personajes planos y con motivaciones poco convincentes. Aunque la película captura la sensación de encierro y paranoia que impregnaba la Alemania de la época, la exploración de las ideas políticas se mantiene en un nivel superficial, limitándose a contrastar las dos escuelas sin profundizar en el debate ideológico.

A pesar de sus deficiencias, “Los hijos de Hitler” ofrece un interesante retrato de un periodo histórico crucial. La dirección de Sherman logra crear una atmósfera claustrofóbica y melancólica, y las actuaciones, en su mayoría, cumplen con las expectativas. La película, sin duda, es un documento valioso para entender la psicología y el clima político de la Alemania nazi, aunque su narrativa y su profundidad emocional son meramente mediocres. El filme es un buen ejemplo de la cinematografía de los años 30, pero se queda a medio camino entre el melodrama y el drama político.

Nota: 6/10