Los hombres que miraban fijamente a las cabras (2009)

“Los hombres que miraban fijamente a las cabras” no es una película que se olvida fácilmente. Dirigida por Jim Jarmack, esta peculiar fábula de ciencia ficción, nos sumerge en un mundo onírico y perturbador que, lejos de ofrecer respuestas fáciles, se alimenta de la ambigüedad y la inquietud. La película, en esencia, es una reflexión sobre el poder, la manipulación, y las consecuencias del conocimiento prohibido, disfrazada de un relato de espías y agentes secretos.

La dirección de Jarmack es magistral en su simplicidad. La película evita los efectos especiales grandilocuentes, optando por un estilo visual austero y deliberadamente lento. Las tomas son largas, la fotografía es grisácea y la atmósfera es opresiva, contribuyendo a la sensación de irrealidad. Jarmack se centra en el ambiente, en la construcción de la tensión a través de la incomunicación y el susurro, creando un espacio narrativo que se siente tan incómodo como fascinante. El uso del sonido, en particular, es fundamental, con voces susurradas, música ambiental inquietante y silencio denso que intensifican la sensación de que algo está fuera de lugar.

Ewan McGregor ofrece una interpretación excepcional como Bob Wilton, el periodista en busca de la gran historia. Su personaje es un ser ambivalente, un profesional de la información a la vez cínico y fascinado por lo inexplicable. La vulnerabilidad de Wilton, su deseo de creer en algo más allá de lo mundano, es lo que lo convierte en un protagonista convincente. George Clooney, por su parte, interpreta a Lyn Cassady con una calma inquietante. Su personaje es un enigma, un agente con una misión secreta y una filosofía extraña sobre el poder de la mirada. La relación entre Wilton y Cassady es central para la trama, un intercambio constante de información y desconfianza, una danza compleja entre la búsqueda de la verdad y la manipulación.

El guion, sin embargo, es donde la película realmente destaca. Es deliberadamente confuso, lleno de conversaciones ambiguas y alusiones que invitan a la interpretación. Jarmack no ofrece explicaciones fáciles; en cambio, utiliza el simbolismo y la alegoría para explorar temas profundos. La idea de los “Guerreros Monje” que pueden matar con la mirada es una metáfora poderosa del control mental y la capacidad de la mente para influir en la realidad. La película no solo cuenta una historia, sino que plantea preguntas sobre la naturaleza del poder, la ética y los límites de la ciencia. A pesar de la confusión que puede generar, la película se mantiene absorbente, gracias a su estilo único y sus personajes memorables.

En definitiva, “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” es una obra singular, una experiencia cinematográfica que exige al espectador un esfuerzo activo. No es una película para todos, pero para aquellos dispuestos a dejarse llevar por su atmósfera surrealista y sus preguntas incómodas, es una experiencia inolvidable.

Nota: 8/10