Los inmortales: Juego final (2000)

“Los Inmortales: Juego Final” no es solo otra entrega en la saga, sino un intento, a veces desordenado, de ofrecer una conclusión satisfactoria a un universo que, a pesar de su singularidad, ha experimentado oscilaciones en calidad. La película se centra en Connor MacLeod, interpretado con una dignidad cansada por Henry Cavill, quien aporta un peso emocional palpable al personaje, forzado a confrontar el peso de su inmortalidad y la inevitabilidad de su propia existencia. Su viaje, desde el intento de descanso en el santuario hasta el inevitable enfrentamiento contra su antiguo rival, Jacob Kell (Aaron Eckhart), se siente a veces como un arrastre emocional, un ciclo repetitivo de muerte, resurrección y la desolación de perder a los que ama.

La dirección de Alex Kurtzman y Betsi Russell es funcional, pero carente de la audacia que caracterizó las primeras entregas. Se centra en la acción y en los efectos visuales, que son impresionantes, pero a menudo sacrifican la profundidad narrativa. Las escenas de lucha son dinámicas y bien coreografiadas, con un despliegue de brutalidad estilizada que se alinea con el tono de la saga. Sin embargo, estas escenas, aunque entretenidas, se sienten superficiales y, en ocasiones, carentes de una justificación emocional convincente. La película se contenta con mostrar la fuerza de los inmortales, pero no explora las consecuencias psicológicas y existenciales de vivir eternamente. La cinematografía, con sus paletas de colores vibrantes y su uso del movimiento, intenta compensar la falta de sustancia, pero no logra crear una atmósfera verdaderamente memorable.

Las actuaciones son un punto fuerte de la película. Henry Cavill, además de su evidente carisma, logra transmitir la desesperación y el cansancio de un hombre que ha visto el mundo pasar incontables veces. Aaron Eckhart, por su parte, asume el papel de Jacob Kell con una intensidad inquietante, mostrando un lado oscuro y despiadado de la inmortalidad. El resto del elenco, compuesto por familiarizados rostros de la franquicia, ofrece un buen soporte, aunque sus personajes son, en su mayoría, poco más que trasfondos para la trama principal. La química entre Cavill y Eckhart es fundamental para el desarrollo del conflicto, y su enfrentamiento final, aunque predecible, es visualmente impactante y ofrece un clímax relativamente satisfactorio.

El guion, en general, se siente como un conjunto de clichés y referencias a la saga anterior. Se intenta introducir elementos de misterio y conspiración, pero estos se presentan de forma confusa y poco convincente. La trama se vuelve densa y complicada a medida que avanza, y las motivaciones de algunos personajes no están del todo claras. Se intenta cerrar ciertos cabos sueltos de la saga, pero muchas preguntas permanecen sin respuesta y se introducen nuevas complicaciones que, en última instancia, se resuelven de forma apresurada. La película se siente como si estuviera intentando abarcar demasiadas cosas a la vez, perdiendo así su cohesión y su fuerza narrativa. La decisión de incluir flashbacks, si bien busca desarrollar el trasfondo de Connor, se siente forzada e incluso distrae de la acción principal.

Nota: 6/10