Los instigadores (2024)

“Los Instigadores” es una película que, a primera vista, parece una simple joya del thriller neo-noir moderno. Sin embargo, tras una primera impresión, se revela como una exploración fascinante y perturbadora de la desesperación paterna, la moralidad en crisis y la fragilidad de la identidad. Dirigida con una meticulosa atención al detalle por la dupla de hermanos, Peter y Michael Travis, la película se erige como un estudio de personajes que se alejan del cliché del héroe y del villano, ofreciendo en su lugar figuras que habitan en zonas grises, donde la línea entre la justicia y la venganza se desdibuja con cada decisión tomada.

La dirección de los Travis es, sencillamente, magistral. La cinematografía, de aspecto deslucido y con una paleta de colores apagados, refleja perfectamente el estado mental de los personajes. No se busca la espectacularidad visual; en cambio, se prioriza la atmósfera, la tensión palpable que se filtra a través de cada plano. El uso de la luz y la sombra es excepcionalmente efectivo, creando momentos de suspense y claustrofobia que se quedan grabados en la memoria. La banda sonora, compuesta por un ritmo de bajo pulso que alterna con momentos de intensidad, se integra de manera orgánica a la narrativa, reforzando la sensación de peligro inminente. La coreografía de la acción, cuando llega, es brutalmente realista y sin artificios, lo que la hace aún más impactante.

Las actuaciones son de alto nivel. Daniel Giménez Cacho, en el papel de Rory, ofrece una interpretación sobresaliente. Su Rory es un hombre roto, consumido por la culpa y la frustración. Su desesperación no es solo un rasgo de personalidad, sino la fuerza motriz detrás de sus acciones, y Giménez Cacho lo transmite con una honestidad devastadora. Mia Gyllenhaal, como Cobby, aporta una presencia enigmática y una fuerza interior que contrasta con la vulnerabilidad de Rory. La química entre ambos es fundamental para el éxito de la película. Pero la verdadera sorpresa reside en la interpretación de Lena Olin como la psicóloga de Rory. Olin, con su habitual elegancia y sutileza, transforma el personaje en una figura ambigua, capaz de ser tanto una aliada que ayuda al protagonista a enfrentarse a sus demonios, como una amenaza latente con sus propios motivos. La psicología, en la película, no es un añadido, sino una parte integral de la trama.

El guion, escrito por los hermanos Travis, es inteligente y provocador. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza de la moralidad, el precio de la venganza y las consecuencias de las decisiones que tomamos. La historia se desarrolla con un ritmo pausado, permitiendo que los personajes se revelen gradualmente, y los giros inesperados mantendrán al espectador alerta hasta el final. El guion explora temas de trauma, culpa y la búsqueda de redención, lo que le otorga una profundidad y un significado que van más allá del mero entretenimiento. Sin embargo, a pesar de su brillantez, a veces se siente un poco demasiado densa, y algunas de las escenas, aunque efectivas, podrían haberse acortado ligeramente. No obstante, el final, contundente y lleno de matices, justifica la lentitud con la que avanza la película.

Nota: 8.5/10