Los locos del Cannonball 3 (1989)

“Los Locos del Cannonball 3” no es una película que busca la sofisticación ni pretende cambiar el cine. Es un torbellino de locura, adrenalina y personajes extravagantes que, a pesar de sus evidentes defectos, resulta tremendamente entretenida. La película, un reencuentro con un subgénero del cine de acción con un toque de humor absurdo, se sitúa con seguridad dentro del panteón de películas que se disfrutan más por su peculiaridad que por su análisis profundo.

La dirección de Mike Connors, con su energía desbordante, es el elemento central que impulsa la película hacia adelante. No se preocupa por la sutileza; en cambio, se entrega completamente a la locura que plantea la premisa. Las secuencias de persecución son intensas y visualmente estimulantes, aunque la edición a veces se siente un poco apresurada, sacrificando una mayor sensación de tensión por la velocidad con la que se quieren mostrar los momentos más emocionantes. Sin embargo, la dirección logra crear una atmósfera de caos controlado que resulta absolutamente inmersiva, casi como si estuvieras presenciando estos eventos en directo.

El reparto es, sin duda, el corazón de la película. Harold Gould, en el papel del Comisario Spiro T. Edsel, es brillante, y su interpretación ofrece un balance perfecto entre la intransigencia de un agente de la ley y la divertida exageración de su personaje. Pero el verdadero estandarte de la película son los nuevos conductores, en especial el personaje de Richard Crenna, un hombre corpulento y tímido que se ve envuelto en la locura del Cannonball. Crenna ofrece una actuación genuinamente conmovedora, logrando que el espectador se identifique con su aparente torpeza, lo cual contrasta con la épica aventura que se avecina. La química entre Crenna y su copiloto, interpretada por una exuberante Barbara Hershey, añade una dimensión humana a la narrativa, un contrapunto al caos que los rodea.

El guion, aunque a veces recurre a situaciones a veces forzadas, se beneficia de su simplicidad. No se complica con profundos arcos argumentales ni reflexiones filosóficas. La película se centra en el “cómo” de la aventura, y no en el “por qué”. Esto, paradójicamente, funciona a su favor, permitiendo que la película se sumerja en la acción y el humor sin la necesidad de pretender ser más de lo que es: una película de acción pura y dura. La inclusión del avión, un añadido inesperado que añade un elemento de genuina sorpresa, es quizás el momento más memorable y el que mejor demuestra la disposición de la película a desafiar las convenciones.

En definitiva, “Los Locos del Cannonball 3” es una película que no pretende ser arte, sino puro entretenimiento. Es una joya kitsch, una celebración de la audacia, la imprudencia y la locura. Es una experiencia cinematográfica que no deja indiferente.

Nota: 7/10