Los mercenarios 3 (2014)

“Los Mercenarios 3” no es una obra maestra cinematográfica, pero tampoco una decepción total. La película, una continuación directa de la franquicia, se siente como una extensión innecesaria de un concepto que ya había agotado sus recursos. La premisa, la confrontación entre Barney e Ivan Stonebanks, regresa una vez más, aunque ahora con un trasfondo geopolítico más complejo que las entregas anteriores. La trama, centrada en la captura de Stonebanks por parte del gobierno estadounidense, introduce un elemento de intriga y peligrosidad que, aunque no completamente innovador, al menos ofrece algo más que el típico intercambio de disparos y explosiones sin sentido que a menudo caracteriza a esta serie.

La dirección de Mark Cashman es competente, pero carece de la audacia y la visión que podrían haber elevado la película. Los planos son dinámicos y las secuencias de acción, aunque espectaculares en su ejecución, son, en general, previsibles. La película se apoya en la adrenalina pura, privilegiando el impacto visual sobre la sustancia. Sin embargo, hay momentos de tensión genuina, especialmente en las escenas de persecución y en el uso de gadgets tecnológicos de última generación, que proporcionan un alivio bienvenido a la trama predecible. El apartado técnico es sólido, con efectos visuales convincentes y una banda sonora electrónica que, aunque repetitiva, sirve para mantener el ritmo trepidante de la acción.

El elenco principal, liderado por Liam Neeson y Jason Statham, continúa ofreciendo interpretaciones profesionales, aunque sus personajes siguen siendo esencialmente arquetipos de mercenarios implacables. Neeson, como Barney, aporta un aire de cansancio y moralidad cuestionable que, en cierto modo, humaniza su personaje. Statham, como Ivan, se mantiene fiel a su estilo, entregando combates cuerpo a cuerpo brutales y una actitud segura de sí mismo. La incorporación de nuevas figuras, como Rebecca Ferguson, añade un pequeño interés, aunque sus personajes carecen de profundidad y se limitan a complementar el desarrollo de los personajes principales. No obstante, la química entre Neeson y Statham, que se ha forjado a lo largo de las anteriores entregas, es un punto fuerte de la película. La presencia de Ferguson, aunque relativamente breve, ofrece algunos momentos más interesantes y con mayor potencial dramático.

El guion, lamentablemente, es el punto más débil de la película. Las situaciones se sienten forzadas, los diálogos, a menudo expositivos y poco naturales, y la resolución de los conflictos es, en general, simplista. La trama, por lo tanto, depende mucho de la acción y el espectáculo para compensar la falta de sustancia. Se echa de menos un desarrollo de los personajes más profundo, un enfoque más reflexivo sobre las implicaciones éticas de la actividad de los mercenarios y una exploración más allá del simple enfrentamiento entre el bien y el mal. La película no asume riesgos narrativos significativos, y eso se traduce en una experiencia cinematográfica un tanto superficial. A pesar de los intentos por introducir complejidad, la película se mantiene dentro de los límites de un blockbuster convencional.

Nota: 6/10